F. L., el exseminarista de La Bañeza que consiguió la primera condena a Ramos Gordón, aprovechó el "cara a cara" con la primera autoridad de la Iglesia en España para relatarle su caso desde que escribió la primera carta al papa Francisco hasta que su verdugo -párroco de Tábara y otros pueblos de la zona durante 26 años- reconoció que había abusado de él y su hermano gemelo. Un testimonio donde no faltaron los reproches a los encubridores "que no hicieron nada por parar los abusos; sin exculpar a Ramos Gordón, le he dicho a Blázquez que tanta culpa como él tuvieron quienes sabiendo que estaba abusando de nosotros, no hicieron nada". F. L. aportó una carta personal como "víctima reconocida" de la Iglesia manifestando que "mi caso es uno entre muchos inacabados en Astorga". El exseminarista expresa su derecho (negado por el obispo de Astorga) a recibir la sentencia y precisa que al terminar el proceso con la condena a Ramos Gordón "debe iniciarse la acción de resarcimiento de daños".

En relación a los encubridores F. L. insiste en la carta al cardenal Blázquez que "el secreto pontificio no puede usarse para impedir que la víctima apele, ni muchísimo menos para encubrir. Si en las actas hay encubridores, el obispo tiene la obligación de perseguirlos por las informaciones que aparecen en el proceso". Lamenta que "durante demasiado tiempo se han burlado de mi" y exige la investigación de los abusos del pasado, la expulsión de Ramos Gordón, castigo a los encubridores e indemnización por daños "morales, psicológicos, haciéndonos débiles y con heridas que el tiempo jamás cerrará".