"Vemos los lobos Valdespino de Sanabria, que a sus 78 años vive retirado pero pendiente del estado de la explotación de vacuno de su hijo, con casi una veintena de cabezas de ganado en extensivo que transitan entre los pastizales de Trefacio, Valdespino y la Sierra. Al jubilarse la explotación ganadera pasó a manos de uno de sus hijos.

"No me extraña que la gente se marche, aquí no dan facilidades". La afirmación contundente viene de este veterano de la ganadería que no es que tuviera facilidades, sino que empezó con una explotación de ovejas, que fue ampliando a 300 y luego llegó a tener 900, que cuidaban entre él, su mujer y un pastor que generalmente venía de Portugal.

Contrabando personas

Con anterioridad, en plena juventud, trabajó en un restaurante familiar en Madrid, una etapa que recuerda con una sonrisa, algo de nostalgia y el reconocimiento de que era una profesión que le gustaba. Con 25 años volvió al pueblo reclamado por su madre para atender la hacienda. La explotación de ovino fue creciendo al tiempo que aumentaba la compra venta de corderos, para cebarlos y venderlos en toda la geografía: Medina de Rioseco, Benavente, Santiago de Compostela, Vigo León, Medina del Campo.

En la ganadería siempre fue necesario contar con un pastor "que generalmente era de Portugal". Otra peripecia en su vida laboral porque para traer pastores hasta Sanabria habría que hacerlo como contrabando de personas, sorteando la frontera de Calabor, por un camino situado más o menos a un kilómetro del puesto fronterizo.A veces entraban por Alcañices. José siempre fue en busca de pastores pero era frecuente el tráfico de personas "para trabajar en Francia. Había gente que se dedicaba a cruzarlas".

José recuerda en particular un pastor "que era buenísimo pero que terminó marchándose a Asturias. Aquí aprendían el oficio y luego se marchaban". Hay pendiente una visita a Braganza, una ciudad que visitó muchas veces pero que ahora está muy trasformada, noticia que le sorprende y que no duda en que visitará porque todavía puede conducir.

Pasa mucho tiempo en casa porque está pendiente de que le avisen para una operación de hernia. El médico de familia "es lo mejor que tenemos en Robleda. Si tiene que estar contigo veinte minutos o una hora atendiéndote no mira el tiempo". Después de trabajar toda la vida "te quedan dos céntimos de pensión y gracias que aquí cogemos dos patatas del huerto". En el barrio de Lagarejos, de Valdespino, donde vive José Lanseros residen unos 6 vecinos pero para cualquier cosa tiene que desplazarse a Robleda, donde está el Ayuntamiento. En el núcleo principal de Valdespino "no tenemos ni bar ¿dónde vas?". El bar cierra y abre en verano porque no es rentable tener abierto si no hay personal que consuma.

"No dejaría uno"

De vuelta al tema del lobo: "No soy cazador, nunca lo he sido, ni tengo arma, pero si tuviera una escopeta no dejaba un lobo". El único arma que no para de disparar es la cámara del teléfono móvil de su hijo que cada pocos días retrata unas veces ejemplares solitarios patrullando y otras veces, la más reciente de las fotos, la manada de cinco ejemplares con lo que se aprecia uno o dos adultos y al menos tres crías. Los únicos que conviven permanentemente con los lobos, con la preocupación de encontrarse con el inminente ataque de los depredadores que coronan la cadena alimenticia del ecosistema sanabrés.

"Lo mejor que tenemos es la atmósfera y el agua -aunque lamenta las prolongadas sequías- que solo permiten la ganadería. El clima es muy malo para la agricultura, solo nos queda el ganado porque hay buen pasto".