Antonio Orozco tiene un bar en Andavías. También una tienda de alimentación que abastece a los 438 habitantes de la localidad. Los dos negocios pertenecían a su familia y él decidió seguir al frente y quedarse. Continuar en un pueblo que inició el siglo con 72 habitantes más que los que tiene ahora: "Y hay unas cien personas mayores de 80 años", advierte este pequeño empresario que, al cerrar la jornada, regresa a su casa en la calle El Barrero, una zona residencial de veinte viviendas sociales creada en el municipio en el 2009. Allí, desde agosto, le espera su hija Cecilia.

El bebé de Antonio y de su mujer Vanesa vino al mundo en el 2018, un año que será recordado en Andavías por un "baby boom" que trajo consigo otros seis nacimientos, cuatro de ellos también en la calle El Barrero. En total, siete bebés censados en la localidad. La cifra total no parece desorbitada, pero hay que ponerla en contexto: la media de Zamora es ligeramente superior a cinco alumbramientos por cada mil habitantes; en Andavías alcanzó el ratio de 16 por cada millar, por encima de cualquier provincia española.

Los protagonistas de esta situación, padres e hijos, se juntan un sábado por la mañana al pie de sus casas. La calle donde viven cinco de los bebés fue en su día un campo de fútbol. Ahora está cubierta de asfalto, pero han vuelto las carreras. No de los recién nacidos, que duermen cómodamente en sus carritos, sino de sus hermanos mayores, que también forman parte de una hornada que aspira a revitalizar la localidad.

La conversación, ya entre los mayores, se centra en los motivos que les llevaron a quedarse en el pueblo: "Yo no lo cambiaría por nada", explica Raúl Malillos, ganadero de profesión y convencido del futuro de Andavías y de su sector: "Aquí ya no vivirán de esto 200 personas como antes, pero sí diez". "Serán explotaciones más grandes y más profesionales", subraya.

Su caso ya no marca la norma. Muchos de los nuevos padres andavianos viven en el pueblo y trabajan en Zamora o en otras zonas. Algunos, incluso, llegaron a la localidad sin tener vínculos familiares. "Mi pareja jugaba aquí al fútbol sala, las hipotecas eran accesibles y teníamos una buena piscina cerca de casa", resume Esther Hernández, que llegó al municipio al abrigo de las nuevas viviendas y que toca otro tema que conoce bien como maestra en Roales, el de la escuela en el mundo rural.

El colegio de Andavías tiene ahora doce alumnos. En septiembre entrarán otros cuatro y el tamaño de las generaciones que vienen augura un buen futuro para el centro a corto plazo. "En estos sitios, la atención es muchísimo más individualizada. Además, los niños interactúan entre ellos, el mayor ayuda al pequeño y se sienten mejor", defiende Esther que, como otras madres, reclama la opción de abrir una guardería: "De momento tenemos que ir a Zamora", indica Rebeca Cabezas. Y no cambiará en un tiempo. Fuentes municipales confirman que este servicio no está en los planes actualmente.

Lo que sí está en mente del alcalde, Antonio Iglesias es solucionar de una vez por todas el problema del agua: "Se ha hecho una inversión muy grande y sale marrón", lamenta Ainhoa Núñez. "Yo he tenido que poner un filtro en el bar que me ha costado 1.400 euros porque, si no, no podía dar cafés", abunda Antonio Orozco. El Ayuntamiento asegura que, con el nuevo sistema, estos inconvenientes deberían cesar de inmediato.

Y es que esos asuntos, los del agua, la luz que "a veces hace que muchos tramos del pueblo estén a oscuras", la conexión a internet o la periodicidad con la que acude el médico constituyen la cara B de la vida en el mundo rural. Resolver estos temas se antoja clave para revertir la tendencia y que años como el 2018 en Andavías se conviertan en habituales en toda la provincia. Hasta entonces, la realidad: el número de defunciones triplica al de nacimientos en Zamora.