El impacto visual de la floración del almendro adorna a Fermoselle, la capital de Arribes, en toda su orografía porque, con mayor o menor profusión, en huertos, fincas, bancales y planicies crecen arraigados árboles que se adelantan a todas las especies para anunciar la primavera, llenarse de olorosas flores y regalar polen y más polen. Las abejas están entre los insectos que aletean por entre el ramaje y saltan de flor en flor para libar su néctar.

Es un espectáculo que entusiasma a los fermosellanos pero que también tiene sus seguidores foráneos, amantes de la naturaleza que están al corriente del fenómeno y que gustan de contemplarlo en toda su exposición. La propia Casa del Parque de Arribes, Convento de San Francisco, programa cada año una ruta para que los amantes de la naturaleza sientan las sensaciones de la floración con fuerza.

Las distintas variedades muestran su identidad con una floración blanquecina o rosada que confieren a las arboledas o a los ejemplares su natural encanto.

Es una aparición floral que eleva los ánimos. Antonio Regojo está entre los que se siente feliz respirando el aire puro. "Vas al campo y estás de mucha madre podando olivos y almendrales" expresa sentado en tertulia montada en la Plaza Mayor, en este caso a raíz de un funeral.

"La flor rosa es que da la variedad común o amargosa y alguna otras clase que suele ser mas gorda. La flor blanca o flor de mayo es la que producen especies como la desmayo y la marcona. Van con unos días de variación". Entra luego con sus compañeros de asiento en el debate de la rentabilidad y del manejo y afirma que "la común es muy rica pero no tiene venta no sé por qué. La que más se paga es la marcona porque la cáscara pesa menos y tiene más rendimiento". Entra en alusiones otra especie que comienza a tener asiento en Fermoselle y que "echan la flor para abajo". "Aquí la hay. Cuesta cara porque, al echar la flor para abajo no se hiela ni las lava el agua, y además es mejor para sulfatarlas".

El fruto del almendro junto con el furto del olivo y de la vid son en Fermoselle casi como el pan de cada día. Antonio Regojo sostiene que "el almendro, como cualquier otra especie, si se poda correctamente y dejas la ramas apropiadas da fruto. Yo dejo las de dos años. El primer año de la rama es de cría y da al siguiente. El problema es que algunos podan sin ton ni son". No obstante, queda claro que, en cuestión de fruta, "unos años son mejores o peores que otros".

La floración del almendro alienta la actividad de los habitantes que echan al huerto y al campo para preparar los suelos y los árboles. Es un esplendor natural que consideran propio de un territorio favorecido por "el microclima", y que perdura unos días contados. Su evolución es seguida con interés por los dueños de los frutales porque saben que una helada puede marchitar en una sola noche todo el encanto y dar al traste con la germinación de un producto adorado. Esta transformación de la naturaleza y signo de vida que resaltan unos 50.000 almendros diseminados por la orografía local es una promoción de los valores arribeños y de aliciente del turismo arribeño.