El doctor zamorano en Ciencias Biológicas, Javier Morales, sostiene que los insectos aparecidos en Mahíde y presentes en formaciones de miles de individuos son conocidos como "saltarines", y aconseja "a no desarrollar nunca sobre ellos actitudes plenamente incívicas como quemarlos o gasearlos con insecticidas". Para Morales la sociedad debe "valorar su función en la naturaleza" y expresa que "están allí para ayudarnos a tener suelos fértiles".

"Como todos los años ya están aquí casi por San Blas los saltarines, un grupo de pequeños insectos minúsculos azulados y sin alas que se hacen muy visibles al agruparse masivamente. Se llaman saltarines por su hábito de vida que les permite desplazarse (largas distancias para su pequeño tamaño) a base de saltos con un órgano específico que funciona como un muelle. Este resorte o furca, a modo de muelle, les sirve para catapultarse hacia delante. En reposo se mantiene oculto en la parte ventral del abdomen y sólo se activa para huir o moverse voluntariamente. Si traducimos su nombre en inglés "water springtail" quizás nos queda más claro lo que es un colémbolo: "resorte en la cola" del agua" informa el biólogo.

Javier Morales, que descarta la nominación de pulgas para estos pequeños seres, añade que "son animales que protagonizan temporalmente agrupaciones masivas al final del invierno y en primavera, es decir son gregarios como los rebaños de muchos otros animales grandes, y que se desplazan todos juntos en masa. En su movimiento son clave unos ocelos (ojos simples) fotorreceptores que tienen en su parte ventral, y que le sirven para guiarse por la polarización horizontal de la luz; es lo que llamamos polarotaxia. De manera que son atraídos por las superficies brillantes con el foco de luz en determinadas posiciones. Es el caso del invierno con el sol muy bajo todo el día, o la luna llena en otros casos".

En el criterio del biólogo "quizás sea esta la solución de porque periódicamente grupos de estos pequeños seres inofensivos para el hombre y tremendamente beneficiosos para la naturaleza se acercan a las calles, los tapiales, etc. en la época del final del invierno. Cuando además la humedad sobre las superficies y los musgos están cubiertas de rocío y humedad que produce más polarización horizontal de la luz". El especialista en estos pequeños seres considera que "debería ser objeto de investigación, ya que podrían indicar también ciertos desequilibrios en los maltratados ecosistemas del entorno del pueblo". Pone de manifiesto que "este fenómeno de reflejo de las luces contra el asfalto, hormigón u otras superficies lisas es importante para muchos insectos que se desplazan volando en las noches de verano y que confunden sus brillos (especialmente si están mojadas) con los típicos de las láminas de agua de charcas, lagunas o pozas. Es el caso por ejemplo los escarabajos acuáticos, que en las noches de luna llena vuelan de charca en charca buscando territorios de caza y de reproducción, dispersándose así a largas distancias".

Morales reseña que "en sus movimientos frecuentemente interceptan carreteras, luces de coches en movimiento o superficies reflectantes iluminadas por las farolas. Siendo lo más frecuente su muerte segura cuando se abalanzan sobre ellas como si se tiraran desde un trampolín a una piscina. Este es un impacto que nunca es tenido en cuenta y que está por estudiar"

Por lo tanto, subraya el doctor, "los saltarines bajo ninguna circunstancia deben ser denominados como "plaga", y nunca llamarlos pulgas. No tienen nada que ver con esos molestos insectos. En el supuesto de causar molestias reales deberían ser simplemente retirados hacia zonas de musgos o hierbas empapadas, en sitios frescos o arroyos. Y nunca desarrollar sobre ellos actitudes plenamente incívicas como quemarlos o gasearlos con insecticidas. Valoremos su función en la naturaleza, están allí para ayudarnos a tener suelos fértiles.