La localidad alistana de Mahíde cuenta en los últimos días con unos inesperados visitantes que han sorprendido, e incluso asustado, a los vecinos de este pueblo situado al pie de la sierra de la Culebra: millones de seres diminutos han invadido el suelo de las calles, las fachadas de las casas y hasta fuentes y charcos. Son tan pequeños, tan numerosos y tan apretujados que tiñen el pueblo de azul oscuro formando "manchas" o "regueros" en los que casi no se puede distinguir a cada individuo. "Si no fuera porque la mancha se mueve, ni te darías cuenta de que es algo vivo", relata Felipe Alonso Garrido, uno de los habitantes de Mahíde a los que más han llamado la atención estos bichines azules que no ha dudado en fotografiar.

A pesar de la impresión que puede causar ver a estos seres, por miles, llenando el casco urbano de un pueblo, lejos de ser una plaga dañina cumplen una función muy importante en el ecosistema de la sierra de la Culebra: descomponer la materia vegetal de los suelos. Se trata de colémbolos, un grupo de artrópodos similares a los insectos que suelen vivir en los bosques pasando desapercibidos para las personas. Según los expertos consultados por este diario, es difícil determinar qué tipo de colémbolo es el que "invade" Mahíde estos días, porque este orden engloba a cerca de 8.000 especies diferentes, algunas de ellas muy similares entre sí.

Lo que sí descartan biólogos y agentes medioambientales en el caso concreto de Mahíde es que se trate de una plaga que haya que combatir. "Se alimentan de materia orgánica en descomposición, así que no son dañinos para los seres humanos", asegura un agente alistano. Estos colémbolos azules no muerden ni pican, no transmiten enfermedades y no dañan los cultivos. "Igual que vinieron se irán, no hay que temerlos, pero al estar en las calles del pueblo hacen saltar todas las alarmas", razona el profesional.

Por inusual que resulte ver estos colémbolos campando por un pueblo, dichos seres azules no son nada nuevo para quienes conocen bien la sierra de la Culebra. "Nosotros siempre los hemos visto en los pinares y en las majadas de robles", explica el agente medioambiental.

Pero en esta ocasión, una climatología favorable les ha permitido reproducirse con rapidez y a salir de sus habituales escondites hasta llegar a ocupar parte de las calles de Mahíde. Habitualmente los colémbolos suelen pasar desapercibidos bajo la hojarasca de los pinares, sobreviven con facilidad a las nevadas y heladas y, cuando sale el sol y comienza el deshielo, suben a la superficie. Por eso hay quien llama a varias especies de colémbolos, de forma genérica, "pulgas de la nieve". En estos días de heladas nocturnas seguidas de altas temperaturas diurnas no es tan raro que se puedan encontrar con mayor frecuencia. Además, sus depredadores naturales, fundamentalmente pequeñas aves insectívoras, están en gran medida ausentes de la Culebra en esta época del año, cuando prefieren habitar latitudes más cálidas.

No es la primera vez que a los pequeños seres azules les da por entrar en las calles de un pueblo de la sierra de la Culebra. Al otro lado de Peña Mira, en Folgoso de la Carballeda, experimentaban a principios de marzo de 2009 una "invasión" de estas pulgas de la nieve que incluso llegaban a introducirse dentro de las casas ante la desesperación de los vecinos, que trataban sin éxito de combatirlas con espráis insecticidas, agua hirviendo e incluso quemándolas con periódicos y urces prendidas.

De momento, el caso de Mahíde no es tan extremo, pues las pulgas de la nieve están presentes en muchas calles, pero aún no se han colado en las viviendas, hasta donde ha podido saber este diario, aunque sí que han hecho acto de presencia dentro de algún garaje. Donde más abundan es en las inmediaciones de las escuelas, pero también se pueden ver por el centro del pueblo. De hecho, una de las fotos de las pulgas que acompaña a esta información ha sido tomada a la puerta de la farmacia de Mahíde.

Más abundantes son en los montes cercanos al pueblo, donde las pulgas azules se pueden ver se mire donde se mire. "Da igual que vayas por un camino, que entres a un pinar, están por todas partes", describe asombrado Felipe Alonso Garrido, que ya había visto antes a estos bichos azules "de entre 2 y 3 milímetros de longitud" en los pinares de Mahíde hacia finales del invierno, "pero nunca en tanta cantidad". Asegura que "se mueven con facilidad tanto por la tierra como en el agua" y aprovecha para documentar su presencia en el pueblo con buenas fotografías y con la esperanza de que otras especies de colémbolos capaces de devorar los preciados boletus no aparezcan en la zona como sí han hecho sus primas azules, las pulgas de la nieve.