"Dicen que se vistió de gala. Justo no llevaba normalmente uniforme porque hacía informes psicológicos a pilotos y tal. Ese día llevaba uniforme, que me dieron. Tirarse es muy raro, tal como lo presentan. Que se haya tirado inducido por las amenazas de muerte o porque mataban a su hijo, o que le tiraran viene a ser lo mismo. Y las amenazas de muerte están ahí" argumenta Herberg, que rechaza el suicidio y repara en que los desgarros de la chaqueta no se ajustan con quien se ha lanzado al vacío y golpea contra el suelo.

Al entierro no vino nadie del cuerpo militar, aunque el Ejército del Aire puso a disposición una furgoneta para traer el ataúd.

Miguel Herberg vivió con Justo Alejo una amistad cercana y debatida. "A Italia venía muchas veces, diez días, quince días. Una vez me lo llevé a Bolonia, que tenía yo una exposición de Pacheco, y pasamos unos días interesantes, como siempre. Yo discutía mucho con él porque tengo mucho olivar allí y me ayudaba. Las aceitunas se recogían a mano entonces, y yo me encabronaba con él porque jugaba mucho con las palabras, mientras que yo hacía unas obras muy políticas y directas, acusatorias del franquismo. Pero yo estaba en el extranjero y lo podía hacer. Él hacía otro tipo de escritura que, visto con el tiempo, considero que fue más revolucionario que nosotros, que estábamos en el extranjero, porque siendo militar denunciaba lo que estaba pasando, y lo hacía en un momento de gran represión. Fue mi gran descubrimiento sobre la poesía de Justo Alejo, que en realidad era más revolucionario que yo porque yo tenía toda la libertad y él ninguna. Por eso quiero rehabilitar en una película su poesía, que, fílmicamente, es más difícil de rehabilitar que la de León Felipe o Miguel Hernández, de los que también hice los guiones.