La inminente jubilación de María del Pilar Sánchez García pone punto final a 80 años de tradición familiar de panaderos en El Puente de Sanabria, instaurada en los años 30 por su abuelo, José Sánchez "Peperrín", y continuada por su padre Julián Sánchez Castro. La conocida como Panadería de Julián en la carretera del Lago ha vendido un número incalculable de barras, hogazas, dulces y empanadas a vecinos y turistas que acrecentaron su fama.

En los mejores años del turismo, en los años 80, llegaron a entrar 1.000 kilos de harina diarios para abastecer de pan a buena parte de la comarca. Las jornadas en el horno y en el reparto han sido maratonianas, a las cinco de mañana, la propia Pilar llevaba algunos cientos de barras de pan hasta San Pedro de las Herrerías. Su marido Antonio Pozo, de Jaén e hijo de panaderos, ha llevado el pan por todos los pueblos.

La popular tahona cesó en su actividad en enero, con la llegada del nuevo año, aunque el despacho de pan continuará gestionado por otro panadero de la comarca. Pilar Sánchez ha querido agradecer a sus clientes su fidelidad durante años, algunos de estos clientes "heredados" de su padre. La panadera de El Puente ha recibido numerosas llamadas de agradecimiento y de tristeza por el cierre de esta legendaria panadería, especialmente de clientes de los pueblos "a los que prestábamos un importante servicio" de llevar el pan casi a diario.

De los ocho hijos de Julián Sánchez y Josefina García, Pilar, su única hija tomó el testigo del negocio familiar, a los 20 años. Guarda en un mueble, como un tesoro, una balanza en perfecto estado que le regaló su padre cuando tomó las riendas del negocio. A frente del negocio, pero con la. Julián, aunque estuviera jubilado, no dejó de ir ni un solo día por el horno. Con el tiempo, reformaron el obrador y el despacho de pan y pastelería, además de adquirir maquinaria que a día de hoy funciona perfectamente ya que no padece de obsolescencia programada.

Pilar recuerda que aprendió de niña "a hacer masa, las mezclas y hacer el pan, primero sin maquinaria, hasta que fuimos comprando máquinas" mientras alguno de sus hermanos llevaba el pan a vender por los pueblos. De su madre aprendió a hacer dulces tradicionales como el roscón que Pilar fue ampliando con cursos de repostería e innovaciones propias, como el brazo de gitano, la tarta de queso, pastas de té, o el tronco de Navidad.

La tradición panadera se remonta a su abuelo, José Sánchez Rivó, quien tuvo el primer horno de pan en el número 111 de la Plaza del Mercado, además de llevar la parada de caballos del mercado. En aquellos comienzos el pan era de centeno, como recuerda José Antonio Sánchez hermano de Pilar. Quien comenzó realmente a hacer pan de centeno fue la abuela María Castro "Ochava", que cocía una o dos veces por semana para vender en la plaza. Su hijo Julián fue metiéndose en el negocia y ya en la posguerra, como consecuencia del racionamiento, mezclaba la harina de centeno con trigo. El horno estuvo en la plaza del mercado hasta el año 48, en que se construyó el nuevo horno.

María Pilar ha experimentado los cambios en el consumo de pan y del propio producto. El pan artesano, natural "es muy bueno pero lo que ahora se consume es pan congelado y por el precio". En los pueblos donde antiguamente se vendían las "fogazas" de kilo y medio kilo, ahora viven, sobre todo, personas mayores que prefieren pan tierno para poder comerlo. A lo largo de su vida laboral ha mantenido los mismos proveedores de harina que suministraron en la década de los años 40 a su padre Julián. Su bien hacer mereció el segundo premio de panadería de la Feria Alimentaria de Valladolid.

Las dos primeras camionetas que hubo en el Puente fueron la de El Madrileño para repartir la gaseosa y la de Julián el panadero. Hasta ese momento el reparto se hacía en caballo y en carros. De esto se acuerda José Sánchez, hermano de Pilar, que con 6 o 7 años "me ponían encima de caballo sujeto entre los sacos y me mandaban por el camino de Ribadelago que era de piedra". El caballo sabía bien el camino. Por la carretera, aún de piedra, llegaba hasta la casa de Felipe del Estal en San Martín de Castañeda, que era luego quien vendía el pan. En los pueblos de Cobreros "el pan se llevaba en carros". En Vigo, cuando ya trabajaban con la furgoneta, el pan todavía se llevaba a caballo por las condiciones del camino. Había varias rutas una por Valdespino, Sampil y Castellanos; otra San Juan y Cervantse, o la de Murias Cerdillo y Trefacio, que aún recuerda José Sánchez.