El castigo de diez años apartado en un monasterio, impuesto por el obispo de Astorga a José Manuel Ramos Gordón por la reincidencia en dos casos probados de abusos sexuales a menores ha terminado por autoconvencer a un ex alumno de colegio Juan XXIII de Puebla de Sanabria para cursar una nueva denuncia contra el sacerdote. "Es una vergüenza lo que está pasando; en lugar de expulsarlo de la Iglesia, que es lo mínimo que tenían que hacer, lo retiran a un convento donde nadie lo va a molestar. Eso no es un castigo, son unas vacaciones" expresa indignado quien fuera alumno del desaparecido colegio diocesano de Puebla de Sanabria, dependiente del Obispado de Astorga, durante los cursos de 1978 a 1983, cuando Ramos Gordón era educador de este centro al que llegó en su primer destino tras ordenarse sacerdote en 1978.

Después de remitir sendas cartas al obispo de Astorga y el Vaticano hace un año sin respuesta, este antiguo alumno nacido en el País Vasco e hijo de emigrantes, vuelve a relatar los abusos sexuales sufridos en otra nueva carta que, a diferencia de las anteriores, irá certificada. "Yo soy víctima y viví lo que viví, pero hubo gente que lo pasó muy mal y tengo testigos dispuestos a testificar" precisa el que será tercer denunciante contra el expárroco de Tábara después del paso dado por F. L, exseminarista de La Bañeza al que siguió otro estudiante zamorano del Juan XXIII.

En ambos casos la Iglesia ha considerado probados los abusos sexuales de Ramos Gordón, aunque las penas, calificadas de "ridículas" por las víctimas, han causado indignación y generado una nueva denuncia de un hombre que a sus 50 años revive los duros episodios sufridos siendo un niño hasta que se marchó a los 17 del colegio de Puebla de Sanabria tras vivir un desagradable episodio con quien era conocido por todos como "Chema".

"Me marché y seguí haciendo mi vida, lo sufrido lo tienes siempre en la cabeza pero nunca me había planteado hacer nada porque no tengo mucha esperanza en la Iglesia". Y aunque considera que las denuncias anteriores han permitido desenmascarar al pederasta que permaneció en Tábara 27 años ocultando su pasado, considera que la pena no resarce el dolor y el sufrimiento de las víctimas. "Qué menos que excomulgarlo y que se busque la vida, pero no. Lo dejan en un monasterio donde tiene la vida resuelta"