"Querido Vigo, a mi me han dicho / que una Visparra vamos a hacer. / Corramos todos por nuestras calles / hasta que llegue el amanecer". Con estos versos se abría una tarde histórica en el pueblo sanabrés de Vigo, que no solo revivía su ancestral mascarada de invierno, como sucedería cualquier 26 de diciembre, sino que además inauguraba un museo de su Visparra y un monumento a la talanqueira para promocionar el turismo y explicar a los visitantes la historia que hay detrás de este antiquísimo rito que se ha conservado de generación en generación desde hace milenios.

"Hay que cuidar la gallina de los huevos de oro, que es el Lago", afirmaba el alcalde del Ayuntamiento de Galende, José Manuel Prieto, vigués, acerca del principal reclamo turístico de la zona, que se pretende aprovechar para atraer a los visitantes a otros pueblos de la comarca con ofertas como el museo que ayer abría sus puertas en Vigo.

Pero antes de toda inauguración los visparros y talanqueiras completaron su carrera habitual por las calles de Vigo, partiendo de la ermita de Gracias para llenar el pueblo de algarabía, en contraste con el silencio que reina entre las paredes de piedra y pizarra en una tarde de invierno cualquiera.

Para los profanos en esta tradición pagana, las diabólicas figuras de los visparros pueden infundir algo de temor, pero son las talanqueras, con forma de bóvido, las que más se esmeran en asustar al público demostrando su bravura en cada embestida, en cada arremetida. En la antigüedad el toro estaba asociado a la fecundidad, algo muy relacionado con un personaje que originalmente los mozos del pueblo como rito de paso a la madurez.

Fraile, filandorra y ciegos

Completan la comitiva el fraile que oficia un casamiento de pantomima entre los mozos, los ciegos y la filandorra, una figura femenina -pero encarnada por un hombre- que les prende fuego. "Por el suelo los ciegos ya se revuelcan, / porque les prendió fuego, / porque les prendió fuego bailando la filandorra".

Pero antes de la quema hay que disfrutar cada momento del camino, en el que una de las talanqueiras, la encarnada por Álvaro Prieto, se "empampó" en el río, y en la que tampoco faltaron las longanizas de chorizo y los aguinaldos.

Tras la inauguración del museo los más jóvenes prolongaron la fiesta, ya en la noche cerrada, cantando, riendo y saltando, tal y como reza la vieja canción de Vigo: "que la bota no pare, / que el cencerro no calle, / que la luz de la hoguera ilumine nuestros caminos".