Alcañices ha abierto las puertas de par en par a las ya próximas y esperadas fiestas navideñas y al invierno con tres intensas jornadas festivas centradas en revivir las ancestrales tradiciones propias de la estación otoñal: la matanza del cerdo, el magosto y la puesta del árbol navideño coincidiendo con el puente de "La Constitución" y la Inmaculada.

La organización ha corrido a cargo del Ayuntamiento que preside Jesús Lorenzo Más, con la colaboración de las asociaciones y vecinos de la villa.

En la última jornada los frutos del bosque fueron los grandes protagonistas. Días de frío y niebla propios de la época. A las 19 horas se encendió el lumbrón en la Plaza Mayor donde las llamas de la jara verde fueron asando, dando calor y sabor, a las exquisitas castañas alistanas. De la lumbre al la caja de madera para reposar unos instantes bajo las hojas de berzas y listas para la mesa. Color y terneza, calor y sabor, un manjar. Los comensales degustaron dos sacos de castañas: «magníficas" sentenciaron.

Tarde de regalos adelantados a la Nochebuena y Reyes por un peculiar sorteo donde los agraciados se llevaron a su casa un jamón, una paletilla, un lomo y un costillar, frescos, del cerdo de la matanza tradicional.

La fiesta de otoño de Alcañices comenzó el pasado jueves con la matanza del cerdo y su chamuscado, al estilo tradicional, como se hacía antes, para continuar con su colgado. Los vecinos de la Villa se volcaron en "Una tradición rural y familiar única que nunca debería de perderse. Forma parte de nuestra historia y de nuestra supervivencia y las personas mayores podemos y debemos trasladar nuestros valores a las nuevas generaciones de niños y adolescentes, que nuestros hijos y nietos se sientan orgullosos de nuestro pasado y orígenes".

La comida fue a base de chanfaina alistana. Cada participante abonó 5 euros y en ello estaba incluida la chanfaina, la cazuela y el vaso de barro de recuerdo. Al anochecer tuvo lugar el encendido del alumbrado y del árbol de Navidad.

Llegado el viernes, por la tarde, se procedía al despiece del cerdo para obtener las viandas que antaño llenaban la despensa como garantía para la supervivencia del agricultor y ganadero, sedentario y trashumante, en casa y en las duras y largas faenas de la campiña: siega, acarreo, trilla, sementera o trashumancia. Los alcañizanos derritieron también la manteca y elaboraron las pingadas, las manzanas asadas y los chicharrones para delicia de pequeños y mayores. La degustación gastronómica en esta ocasión fue a base de la carne del cerdo de la matanza asada a la brasa, aportando cada comensal 3 euros. La elaboración y degustación de la queimada tradicional fue otro de los atractivos.

Durante las jornadas festivas no falto la música tradicional de gaitas, dulzainas y tamboriles que pusieron músicos de la Escuela Alistana de Folclore de Manteos y Monteras. Los alcañizanos se mostraron encantados por las experiencia festiva del otoño mostrando su firme deseo de que se pueda repetir de nuevo en diciembre de 2019 y así en sucesivos años. Los alcañizanos y alcañizanas no solo participaron en las sabrosas degustaciones sino también en los trabajos. Arropados por gentes llegadas de otros pueblos alistanos. Alcañices está ya listo para recibir a los visitantes y a la Navidad.

La "chanfaina" fue durante siglos uno de los platos y recetas más tradicionales y consumidas del mundo rural alistano, muy en particular, en tiempos del Marquesado de Alcañices y Condado de Alba y Aliste donde los campesinos. la mayoría de las veces, tenían que confirmarse con las sobras de sus señores. Se trata de un plato propio de lugares como Badajoz (Fuente de Cantos), León (Bierzo) y Zamora (Aliste, en cada sitio con sus variantes propias, donde las familias habían de aprovechar lo que tenían para cocinar y alimentarse y sobrevivir.

Fue creada por las gentes más humildes utilizadas por los Señoríos para repoblar las zonas rurales. El Marqués o el Conde, cuando le venía en gana, ordenaban a sus pastores que le sacrificarán el mejor cordero para comérselo asado. El pastor y el zagal (cuidadores de sus ovejas) lo sacrificaban y lo desollaban entregando al Señor las partes nobles, una vez separadas de las entrañas, convertidas en un manjar. Aparte, claro, de arrancarle la leña para la lumbre y hacerles también el asado.

Generosos el Marqués y Conde, -es un decir-, les dejaban las partes innobles como la piel y las vísceras con las que nació la más original de las chanfainas. En Aliste se convirtió en plato de pastores sedentarios y trashumantes pues para prepararlo solo hacía falta un caldero y una lumbre. La chanfaina alistana nacida en pleno campo a la vera de pariciones (corralas donde parían las ovejas y se les guardaba del lobo) y serranías, fue evolucionado y en Aliste terminó siendo un autentico manjar, -con añadidos como la gallina vieja (por su sabor) y el gallo pedrés-, preparado para las fiestas patronales, casamientos y bodas (que era dos cosas distintas) y las matanzas.