Hacía tiempo que Alvar de Dios acariciaba la idea de recuperar la labranza tradicional en las viñas de Villadepera. Las tierras del arribanzo, agrestes, sinuosas e imperfectas, han sido toda la vida labradas con tracción animal porque mulas, caballos y burros bordaban el laboreo en este mar de minufundios. Pero el abandono de la actividad agraria empujada por la imparable emigración, la falta de relevo y la mecanización, han ido aparcando una forma de trabajo que este joven emprendedor rural quiere rescatar para perfeccionar el cuidado de las viñas redundando en la calidad de sus vinos. Y por más que buscó por la zona personas que fueran capaces de hacer este trabajo con los burros, imposible.

Tal es la razón de el "aterrizaje" de Ocho y Uranus, un semental hispanobretón y un mulo, que labrarán durante varios días los viñedos de Alvar de Dios en Villadepera. Llegados de Tudela de Duero, los animales comenzaron ayer a oxigenar la tierra tirando de un pequeño cultivador de tres dientes a los mandos de Siro y David bajo la dirección de Carlos Geijo. "Si el caballo sabe tienes la mitad hecha" comenta Siro mientras dirige a Ocho por el viñedo.

Esta mirada al pasado pretende ser un ejemplo para el futuro. Donde otros años este joven viticultor había metido un tractor pequeño, ahora prueba con los animales convencido de que mejorará el laboreo del viñedo. "Con el tractor vas con el arado detrás y con los caballos lo tienes delante, se puede ir viendo lo que vas haciendo, haces menos daño a las plantas y además ahora, según están las viñas, no podríamos meter la maquinaria porque habría que podar antes" explica De Dios mientras observa el trabajo con los caballos en un día espléndido, ideal para una buena labranza.

El uso de animales va en consonancia con una forma de trabajo ecológica y sostenible. "No metes ruido, no compactas con los pistones del tractor, no echas humo, no rompes tantas cepas...", explica Carlos Geijo. Las labores generan mucho menos impacto, aunque el manejo del animal es todo un arte. "Lo más complicado es enseñarles, luego ya van solos por la linde pero la dificultad llega cuando hay una calle mal trazada o al dar la vuelta" cuenta el propietario de los animales, que cuenta con seis equipos de labranza para este tipo de labores.

"Los caballos son mi vida, antes llevaba plazas de toros, los caballos de los picadores, las mulillas de arrastre, pero era un follón tremendo y decidí transformar por completo el negocio" explica Carlos Geijo maravillado con el paisaje del arribanzo.

El mismo que embelesó a Alvar de Dios. Originario de la comarca de La Guareña -de Guarrate por parte de padre y El Pego por su madre- este enólogo de 33 años comenzó su aventura ligada al vino en 2008, pero no fue hasta 2013 cuando centró sus objetivos y comenzó a trabajar viñas familiares centenarias en El Pego para después ampliar en 2015 en los Arribes del Duero. "Siempre me gustó mucho la zona, por potencial vitícola, suelos y variedades que no tienes en otros sitios del mundo". En el pago "Cabeza del castro" de Villadepera produce la variedad Doña Blanca (malvasía) de donde sale el vino "Las vidres".

Con toda una vida por delante, Alvar de Dios confiesa que llegar hasta aquí no es fácil, pero "entra dentro de lo esperado, emprender es muy difícil, te comen con los papeleos, la burocracia, de ayudar nada de nada. Se nos hincha el pecho hablando de apoyo al medio rural pero las administraciones no están apostando para nada". Con tales mimbres todo pequeño triunfo es a base de "mucho trabajo, esfuerzo y coraje; en el mundo rural si se apuesta por la calidad pueden entrar proyectos viables porque al final esos pequeños proyectos son los que hacen pueblos, zonas y que la gente se vaya quedando" defiende este joven zamorano, para quien la competencia "es lo bonito de este mundo del vino".

Y con la misma clarividencia Alvar de Dios cuestiona las denominaciones de origen. Adscrito a la de DO Toro, donde elabora los tintos Aciano y Tío Uco, el enólogo opina que las menciones "están ancladas en el pasado, los reglamentos tan estrictos de hace cuarenta años impiden dar cabida a proyectos pequeños que trabajan de otra manera. No estamos en el momento de hablar de crianzas o reservas, hay que delimitar zonas de plantada, hacer un viñedo histórico, hablar de otras cosas diferentes".