Los estorninos, capaces de volar con una sincronía y unas filigranas individuales y colectivas impresionantes, y de emitir una pluralidad de sonidos y cantos que prueban su inteligencia y capacidad de comunicación, hallan en las compuertas del aliviadero superior de la presa de Almendra un dormidero ideal. Es un resguardo que la especie eligió hace años y desde su descubrimiento lo han convertido por estas fechas en un dormidero preferible a todos los otros camerinos existentes en la naturaleza el entorno, buena parte Parque Natural y Reserva de la Biosfera.

Tal es la población de estorninos que se acomoda en las compuertas de Almendra, que suma varios miles de ejemplares; tal es su espectacular forma de llegar al lugar, en bandos de contados o de incontables individuos; y tal es su forma de convivir en hidráulico hotel que el acontecimiento resulta un fenómeno fascinante. El espectáculo despierta el interés de los amantes de la naturaleza y no pasa desapercibido a cuantos visitantes recalan en el mirador de la presa de Iberdrola a la hora señalada.

Tras pasar la jornada repartidos por uno y otro escenario de la comarca de Sayago y de la salmantina de Vitigudino, buscando alimento en toda suerte de campos y dehesas que ofrezcan granos y semillas que picotear, el tropel de pajarillos enfila presuroso hacia las compuertas de Almendra para dormir y descansar. Lo hace al caer al filo del anochecer, salvo algunos adelantados que llegan todavía con los rayos del sol rasgando el cielo. Solo una o dos docenas de palomas atusan sus plumas o se arrullan sobre los hierros o salientes de hormigón cuando comienzan a presentarse los estorninos y a adueñarse de huecos y salientes.

El silencio impera en la coronación de la sobresaliente presa cuando comienzan a aparecer estorninos solitarios que sobrevuelan veloces la presa y, sin detenerse, se pierden de nuevo por el cielo del monte que rodea el embalse. Es la evidencia de que las aves, que gustan de comportarse de un modo gregario en estas fechas, están cercanas y dispuestas a pernoctar.

Aunque en grupos desperdigados, unos guardan el momento de acostarse en los tendidos próximos, aprovechando incluso los paragüeros y demás elementos instalados por Iberdrola en las torretas para evitar nidificaciones de cigüeñas, otros lo hacen emboscados en el ramaje de los árboles, y otros extendidos sobre el suelo de las praderas que pastan algunos ganados, pero de una forma apiñada, como una tendalera de nueces desprendidas de un árbol por un fuerte viento.

Llegado el momento de la recogida, bandos y más bandos aparecen sobre las aguas del embalse para enfilarse como perdigones hacia una de las dos compuertas que sellan los aliviaderos superiores de la presa de Almendra. Cada bando surca el océano sin descomponerse y solo al cruzar la parte superior de la compuerta se desintegra en decenas o cientos de figuras que buscan el asiento. Unos lo hacen sobre las repisas internas de las compuertas, otros sobre los cables que permiten operar los mecanismos y otros hallan plaza en cualquier hierro existente en este departamento.

El vuelo de cientos de estorninos sobre las aguas del pantano, retirándose a veces para volver a regresar al poco rato, es un espectáculo impresionante por los movimientos y formaciones que ofrecen en su marcha, con giros en los que participa todos los miembros sin colisionar ni descomponerse.

No es menor, o quizá resulta tan o más sorprendente, la ubicación que guardan en las compuertas, semejándose a los ordenados libros de una biblioteca, y por emplazarse en todos los lugares posibles, también a los libros tendidos por uno y otro lado que se da en la casa de un lector empedernido.

Su estancia es un constante parlamento de unas aves capacitadas para expresarse y entenderse en medio de una algarabía impresionante, donde algunos consiguen destacar elevando la entonación o emitiendo unos sonidos más estridentes que el resto. Las dos o tres decenas de palomas que comparten la pensión soportan como pueden este aluvión de inquilinos dicharacheros, aunque conviven con armonía porque no corre por su sangre la predación.

Los estorninos constituyen un añadido ornitológico a una presa que es un verdadero torreón de las aves -con un halcón peregrino instalado como un señor de la misma- y un soberbio mirador de la avifauna.