De todos los obispos a los que F. L. adjuntó la carta del Papa, además de Omella solo el cardenal arzobispo de Valladolid, monseñor Blázquez -que es también presidente de la Conferencia Episcopal- contestó con una comunicación de su puño y letra que para la víctima ha sido "decepcionante y fría". "Pude seguir el programa-entrevista en televisión. Comprendo el dolor que ha pasado y que aún padece" expresa Blázquez.

En el relato al Pontífice, escrito en febrero pasado, el ex seminarista de La Bañeza y Astorga destaca que "el mundo se está levantando, los silencios de los niños de ayer son las voces de hoy, y las lágrimas y el dolor nos hacen fuertes para seguir adelante hasta el final". El ex seminarista se confiesa "indignado por las actuaciones que el Obispado y la Santa Sede están teniendo conmigo". Tampoco deja atrás a "los encubridores que supieron y callaron: Rev. Don Gregorio, Rev. Don Javier Redondo, Rev. Santiago Cadierno, Rev. Prudencio, el Vicario y el Obispo Antonio Brieva. El actual obispo monseñor Juan Antonio Menéndez defiende al reverendo Javier Redondo diciendo que en el momento que tuvo conocimiento de lo ocurrido, hizo lo que tuvo que hacer, avisando al vicario y al obispo, que dirigían la Diócesis y que hoy, "han muerto"".

F. L. relata que "en vez de hacer lo que debían le permitieron continuar un año más donde sé de primera mano que hubo más víctimas y al año siguiente lo desterraron a Tábara, para seguir poniendo a más niños en riesgo. Sus cinco sacerdotes y su obispo encubrieron, permitieron, avalaron, ampararon que su sacerdote Ramos Gordón abusara de mi hermano y de mí repetidamente".

La víctima asegura que da este nuevo paso "porque mi dolor no encuentra consuelo, si no llego a hacer público este proceso mi abusador estaría en cualquier parroquia después de un año apartado y halagado con los homenajes". En el proceso -del que el vicario judicial Julio Alonso ha sido apartado- "me hablaron de una condena justa, de una reparación económica planteada por ellos mismos (que para mi no era lo importante), de que estaban de mi parte. Pero la realidad ha sido bien distinta: encubridores ascendidos y tibios gestos. Nada que ver con el aliento que están recibiendo otras víctimas en el mundo".