Con la emoción a flor de piel, Olga Inés Pintado ha retornado a la tierra de los suyos. A Bermillo de Sayago, donde nacieron Santos Antonio Pintado y María Iglesias, los abuelos que partieron a América en busca de futuro. Nunca más volvieron. Sus restos reposan en la Argentina que les dio oportunidades, pero jamás olvidaron su pueblo y ese sentimiento se lo transmitieron a sus descendientes. «Cuando llegaron a Argentina trabajaron de agricultores y luego se trasladaron al norte, primero en la provincia de Buenos Aires y después en Jujuy donde empezaron a trabajar en el comercio; mi abuelo tuvo siempre almacén». Lo recuerda su nieta Olga Inés, tan brillante astrónoma como mujer sencilla, cercana y muy emotiva, cuando se trata de hablar de sus raíces. Atesora una envidiable trayectoria profesional como avalan numerosos reconocimientos en Argentina.

—Como tantos emigrantes sus abuelos partieron a Argentina ¿Por qué no volvieron?

—Así como otras familias retornaron a sus lugares de origen, en la mía ninguno volvió a España. Mi padre quería estudiar y hacia el año 1943 se fue a Tucumán, donde se quedó esa parte de la familia y allí nací. Estuve algún tiempo viviendo en otros lugares, como Estados Unidos o Italia, siempre por razones de trabajo. Después estuve en San Juan, que es donde yo empecé a hacer Astronomía, hasta que hace veinte años volví a Tucumán y creo que ya no me voy más.

—Vuelve a España y en esta ocasión a la tierra de sus antepasados ¿qué significa para usted este viaje a Sayago?

—Fundamentalmente venir a mis orígenes (se emociona). Es muy emocionante ver los lugares, las casas de donde salieron mis abuelos y estar con miembros de mi familia que sabía que existían pero no les conocía. Y siempre que puedo vuelvo a España.

—Ha aprovechado el viaje a Sayago para contar su experiencia como astrónoma y visitar el Observatorio de Sobradillo de Palomares ¿qué le ha parecido?

—Me ha dejado sorprendida, creo que esta zona tiene mucho potencial y es posible desarrollar turismo astronómico porque los que vivimos en grandes ciudades perdemos la posibilidad de ver el cielo. Y además la idea del Observatorio de Sobradillo me parece muy interesante porque en general no se sabe mucho cómo trabajamos los astrónomos. Mucha gente cree que seguimos como Galileo poniendo el ojo en el telescopio, y hoy en día hay otra tecnología. Por eso, que haya observatorios abiertos al público me parece muy interesante, además soy de las que considera que la ciencia debe divulgarse y todos los que hacemos ciencia deberíamos contar lo que hacemos para que la gente sepa. Todo el mundo sabe cuál es el trabajo del médico o del abogado, pero hay muy poca gente que sabe lo que un astrónomo, un físico o un químico.

—Usted predica con el ejemplo, ha escrito un libro de divulgación titulado «Las estrellas y sus atmósferas».

—En realidad fue idea de una editorial que hizo una serie sobre astronomía y el libro de estrellas lo escribí yo.

—Hablamos de un mundo bastante desconocido y enigmático para la sociedad.

—Sí, además hay muy poco publicado en castellano por científicos. Todas las publicaciones científicas se hacen en inglés y la divulgación de la ciencia es algo que estuvo muy mal visto hasta no hace mucho tiempo. El científico que hacía divulgación era considerado como de segunda o tercera categoría. Sin embargo, cuando Carl Sagan empieza a hacer la serie «Cosmos» comienza a cambiar esa imagen de la divulgación, no solo en la astronomía sino en toda la ciencia. De hecho hoy en día los grandes observatorios o las universidades con estudios de Astronomía tienen sus oficinas de divulgación. En mi Universidad, en Argentina, no hay un grupo grande de astronomía pero por suerte tengo mucho apoyo desde mi centro para hacer divulgación. Saber explicar no significa bajar el nivel.

—Ha contado alguna vez que su pasión por las estrellas es tardía, le viene de sus estudios de doctorado en Física.

—Sí. El grupo en el que yo trabajaba en física de la atmósfera se disolvió y el director del complejo astronómico «El Leoncito» de San Juan, el observatorio más grande que hay allí, me invitó a trabajar con ellos en la parte teórica. Casualmente conocí a un astrónomo norteamericano, con el que hice una estancia universitaria de varios de meses, tras la cual me propuso que observáramos en Argentina. Yo nunca había trabajado con un telescopio, pero a partir de ese momento empecé a observar y mi trabajo se transformó en observacional fundamentalmente.

—¿Por qué le resulta tan atrayente esta ciencia de las estrellas y los planetas?

—La observación es algo que te tiene que gustar, sino no la puedes hacer porque es bastante sacrificada. No es como trabajar en un laboratorio, donde uno lo tiene al lado de la oficina; en nuestro caso muchas veces nos tenemos que trasladar a lugares muy lejanos. A lo mejor para usar un telescopio durante dos o tres noches viajamos más tiempo que el que estamos observando. Pero cuando a uno le empieza a gustar mirar, puede que en el momento no obtengas los resultados pero después de analizar los datos y empezar a ver todo lo que uno puede aprender dentro de eso, pues realmente es fascinante.

—Usted que ha contemplado tanto el cielo, ¿cuál es el sitio ideal para la observación?

—Hay muchos observatorios, depende de la calidad del cielo. Por ejemplo en España está el de Canarias, en Estados Unidos tienen uno en Hawai y otro en Arizona donde hay muy buenos cielos, en el Hemisferio Sur están los grandes observatorios de Chile y ahora se están poniendo muchos en Sudáfrica y en Australia. Son los lugares mejores para poner los grandes telescopios.

—Hay muchas preguntas sobre el universo que se hacen hasta los propios investigadores, ¿donde está el límite de lo que se puede aprender?

—No hay límite. En mi caso, cuando empecé a trabajar en astronomía hace más de 25 años, por ejemplo se pensaba que el cinco por ciento de las estrellas tenían alguna anormalidad química. Hoy ya hablamos de un 10 ó un 15 por ciento. Y la pregunta que nos hacemos es si todas las estrellas son diferentes y todavía no hemos podido darnos cuenta de eso. Para eso necesitamos telescopios más grandes, instrumentos más desarrollados y todavía es muy poco lo que sabemos de estrellas en otras galaxias. Sabemos bastante de estrellas de nuestra galaxia, pero en otras no tanto.

—Pero el Universo va mucho más allá de la Vía Láctea, parece un mundo inabarcable.

—De hecho nosotros podemos ver la mitad de la galaxia, porque estamos en un borde y solo es posible ver hasta el centro, que está tan densamente poblado de estrellas que no nos permite ver para el otro lado. La galaxia entera la podemos ver en otro lado, pero no en la nuestra.

—Escuchándola se entiende que usted hable del cielo como un gran la laboratorio.

—No solo eso sino que, por ejemplo, en las estrellas se producen todos los procesos físicos y químicos que se conocen o que se suponía que existían. Hay muchas cosas que ocurren en las estrellas que todavía no las podemos reproducir en la tierra y entonces toda la física se está basando en lo que se hace en astronomía.

—¿Hasta qué punto esta ciencia influye en cosas tan latentes como el cambio climático, el calentamiento global o el efecto invernadero?

—De hecho el efecto invernadero se descubre en Venus y es lo que está haciendo ahora que la tierra se esté calentando. En Venus el proceso es algo natural, pero aquí es como un escudo que nosotros hemos hecho en la atmósfera por los gases que estamos lanzando, que permite entrar la radiación pero no salir. Y eso lo hemos descubierto en Venus, si no se hubiese descubierto afuera no sabríamos lo que está pasando aquí, por ejemplo. Y como eso hay muchas otras cosas. También es importante todo el desarrollo tecnológico que se hace para la astronomía. La industria del vidrio cambió con la construcción de grandes espejos, la mecánica de precisión, la electrónica y hasta la cámara de un móvil se ha desarrollado para astronomía. Después se empezó a usar en las cámaras, en los teléfonos, ahora está en cualquier cámara digital; hasta los equipos médicos que hacen ecografías y resonancias magnéticas se pueden realizar por las cámaras que se desarrollaron para astronomía.

—Esto demuestra que el estudio del Universo resulta más cercano y terrenal de lo que nos pensamos, influye en nuestra propia vida.

—Sin duda. Lo que pasa es que cuando uno hace ciencias básicas estudia para tener más conocimiento, no sabe si eso se va a poder aplicar. Por ejemplo el hecho de que podamos tener focos es algo que se descubrió casualmente cuando se empiezan a desarrollar técnicas de vacío; o la transmisión por ondas de radio que hoy es tan común se descubrió casualmente, incluso la penicilina se descubrió de casualidad porque se le formó un hongo a Pasteur y descubrió que ese hongo podía matar otras bacterias. En toda la ciencia básica es así, estudiar muchas cosas para ver si algo sirve.

—¿Qué aporta a la astronomía el descubrimiento de las estrellas magnéticas, que es uno de sus logros científicos?

—En realidad nosotros descubrimos las estrellas magnéticas fuera de la galaxia, en la Gran Nube de Magallanes. Ya sabíamos que existían en nuestra galaxia pero no afuera. Las estrellas magnéticas tienen campos magnéticos, como el sol, y tienen comportamiento muy diferente a las que no los tienen. Si el sol careciese de campo magnético no existirían las tormentas solares que tanto miedo nos dan o, por ejemplo, algunos procesos químicos y físicos no se podrían producir dentro de esas estrellas. Tampoco se sabía si las estrellas de otras galaxias eran parecidas a las nuestras, pero al descubrir ese tipo de estrellas en otras galaxias ya nos está indicando que los modelos que tenemos para ver cómo se forman las estrellas parecería que es igual en todas las galaxias.

—La gran pregunta que surge es si hay vida y en qué forma más allá de la tierra ¿qué piensa?

—Es muy probable que exista vida en otro lugar, yo creo que fuera del sistema solar. Sistemas como el sol y los planetas que forman el sistema solar hay muchos. Planetas que estén en lo que se llama zona de habitabilidad, o sea a una distancia de la estrella que permita que haya atmósfera, que haya agua líquida o variaciones de temperatura razonables, hay y ya se han descubierto bastantes. Entonces es posible que en esos lugares pueda haber vida, lo que todavía no hemos podido hacer es, primero llegar y no creo que en muchos años lo consigamos, ni tener contacto. Porque si existiesen personas como nosotros y ellos emiten una onda de radio, nosotros tenemos que saber cómo decodificarla. Y si no tenemos el mismo decodificador nos pueden estar pasando la ondas al lado y no sabremos nunca que nos están mandando algo, como ellos a lo mejor tampoco saben que nosotros andamos por aquí.

—¿Cree que usted podrá ver un avance en ese sentido?

—Que yo lo vea no creo, me encantaría, pero no creo que sea algo que se pueda lograr en menos de cien años.

—¿Estamos de nuevo ante un enigma?

—Sí porque, por ejemplo las primeras sondas que salieron del sistema solar se lanzaron en la década del 70, que son las Voyager. La estrella que tenemos más cerca está a dos años luz, o sea que la información que nos llega de esa estrella tiene una demora de dos años en llegar. Y en una, las otras estrellas están mucho más lejos. Para que lleguemos a otra estrella creo que nos faltan algunos siglos. Quizás a finales de este siglo podemos llegar a Marte, pero para poder ir alguien creo que falta todavía tiempo.

—Hay quien sí sueña con llegarlo a pisar.

—El tema es que el tiempo de viaje es muy largo y no se sabe qué puede pasar con el cuerpo humano estando tanto tiempo fuera de la gravedad. De hecho los astronautas que han pasado más tiempo en la estación espacial han estado seis meses y vuelven casi sin masa muscular, su rehabilitación es muy larga para volver a caminar. Y así como afecta a los músculos en movimiento, puede afectar al corazón, los riñones, los pulmones, nadie sabe lo que puede pasar y es mucho riesgo mandar a alguien así.

—¿Cómo le gustaría terminar su carrera?

—Me gustaría saber por qué algunas estrellas tienen planetas y otras no. De todas maneras yo no me pienso retirar nunca. Aunque me jubile voy a seguir trabajando mientras el cuerpo y la cabeza me dejen.