Una fotografía puede contar la historia de una vida. Esta en la que se detiene Josefa Zurrón, vecina de San Martín de Castañeda de 75 años, rememora las penalidades vividas por toda una generación de sanabreses en las décadas de los cuarenta y cincuenta. "Apenas había trabajo, la comida era escasa, andábamos medio descalzos? pero era lo que había". Las palabras comienzan a fluir tras un primer momento estrangulado por la emoción. Josefa acaba de verse con 15 años en una impagable instantánea en blanco y negro, donde también figuran sus padres y sus hermanos. "La vida de nuestros padres fue aún peor", se lamenta la mujer, una de las primeras visitantes de la muestra "San Martín en la memoria. La historia del espejo de soledades de Unamuno", que ayer abrió las puertas en el centro de interpretación del monasterio cisterciense.

La exposición, organizada por la asociación Virgen de la Peregrina, ha comenzado a cumplir pronto uno de sus principales objetivos: "el homenaje a los mayores, a los que viven y a los que no, a la gente que se deslomó trabajando las tierras y a la que emprendió la emigración hacia Cuba y Argentina hace ahora un siglo". Lo resume Marisol López, directora de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA que ha ideado y comisariado la muestra como una de las responsables de la comisión de fiestas de San Martín. Ese reconocimiento se extiende especialmente a las mujeres, porque "ellas lo tuvieron más difícil: trabajaban en casa y en el campo, con los hijos a cuestas y recién paridas", explica López del Estal.

La iniciativa, patrocinada por MMT Seguros, Fundación Caja Rural y LA OPINIÓN-EL CORREO, nació con una pretensión más modesta, mostrar un conjunto de fotografías antiguas cedidas por los vecinos. Por el camino, ha ido tomando cuerpo un hilo argumental mucho más ambicioso, con un gigante de las letras como piedra angular: Miguel de Unamuno.

Por eso, es el filósofo y escritor el que da la bienvenida al visitante en la segunda planta del centro de interpretación, edificio anexo al monasterio coronado por una generosa estructura en madera viva. Unamuno ofrece los conocidos versos del poema "Espejo de soledades", dedicado a San Martín el 1 de junio de 1930. Una reproducción en gran formato del original -líneas manuscritas a lápiz sobre un papel rayado y amarillento- se exhiben por primera vez gracias a la cesión de un sorprendente documento, propiedad de Pilar y Julio Prieto Cirac. Se trata del libro de huéspedes del desaparecido balneario de Bouzas, a orillas del Lago, del que también se exponen las palabras escritas por Ilya Ehrenburg, corresponsal ruso que narró la Guerra Civil y la II Guerra Mundial para todo el mundo, y que en 1931 visitó el recóndito paraje del Lago.

No deja de ser curioso que el impacto que el pueblo de San Martín provocó en Miguel de Unamuno acabara inspirando la novela "San Manuel Bueno, mártir", en cuyo prólogo figura de nuevo "Espejo de soledades". Unamuno construyó para su relato un escenario ficticio, rescatando el legendario pueblo de Valverde de Lucerna -supuestamente, sepultado por las aguas-, que colocaría al borde del Lago junto al mismísimo monasterio cisterciense. "Queríamos que Unamuno fuese la piedra angular de la exposición, sobre todo ahora que se cumplen 800 años de la fundación de la Universidad de Salamanca, de la que el escritor fue tres veces rector y tres veces expulsado", argumenta Marisol López.

Otro de los pilares tiene nombre propio. Miguel Ángel Quintas ha cedido una colección de 25 fotografías tomadas por su padre Ángel, que inmortalizan con maestría el singular oficio de difuntos que cada año se celebraba en la iglesia del monasterio. "Entonces se utilizaban velorios y candelabros de madera en una ceremonia unida a la superstición y a creencias que proceden de ritos paganos", relata la comisaria de la muestra.

Algunas de esas instantáneas congelan el tiempo en torno a las gentes de Castañeda, con el blanco y negro como aroma de antigüedad. Otras exhiben la fuerza del incipiente color.

La referencia a las antiguas misiones pedagógicas, la iniciativa de la República para paliar las carencias culturales de la sociedad rural, era obligada. En el salón se ofrece el registro de lo que aportaron aquellos "misioneros": plastilinas de colores, lápices de Faber, reproducciones del Museo del Prado, una gramola y hasta una estufa. "Sabemos lo que llegó, pero no cuál fue el destino de aquel material una vez terminaron las misiones", precisan los responsables.

La figura de Unamuno, las imágenes de Quintas o las fotografías cedidas para la ocasión por vecinos de San Martín llevan el relato hacia el verdadero argumento de las próximas fechas en la localidad: las fiestas en honor a la Virgen Peregrina. Aunque la celebración más antigua, ancestral, es la conocida Visparra, el origen de estas fiestas arranca en la conversión del antiguo monasterio en parroquia. Entonces se crea la Cofradía del Rosario, que establece para los miembros vivos y difuntos una misa el primer domingo de septiembre. También se recoge el nombramiento del mayordomo, que entregará la jornada siguiente el ramo, un cántico a la Virgen.

Una interesante referencia completa la propuesta. Se trata de diversas publicaciones que hablan de la construcción de la presa de Vega de Tera a cargo de la hidroeléctrica Moncabril. Las loas al proyecto que recogen estas pequeñas revistas acabarían tristemente silenciadas pocos años más tarde -en enero de 1959- con la rotura del raquítico hormigón, que se llevaría por delante el pueblo de Ribadelago y la vida de 144 personas. "Aunque los vecinos de San Martín perdieron amigos y familiares en la tragedia -acudieron por la mañana a prestar ayuda recorriendo la senda de los Frailes-, el proyecto de Moncabril había sido percibido de una forma diferente desde Castañeda: aquello fue la ocasión para muchos de adquirir cierta formación, aprender a conducir y, en definitiva, una oportunidad de futuro", relata Marisol López.

El recorrido finaliza con un vídeo con imágenes antiguas al que pone voz una ya anciana Ana Román, vecina cuyas narraciones fueron grabadas hace más de tres décadas. No podía faltar -a nadie se le escapa- el canto de la Ronda Sanabresa, interpretada por Francisco Fernández.

Y si emotivo fue el primer encuentro de los vecinos con su pasado, vibrantes fueron las palabras del sanabrés Román Rodríguez, presidente de MMT, uno de los patrocinadores de la muestra, que acudió a la inauguración junto al alcalde de Puebla, Pepe Fernández. Román presumió de su doble condición de "zamorano y sanabrés" y recordó los tiempos en que su padre cubría, caminando, el trayecto desde Robleda a San Martín para construir chimeneas. El responsable de la aseguradora, una de las primeras del país, reconoció que fue el "empuje de zamoranos y sanabreses" el que le permitió conocer el mundo del taxi y que su ímpetu, el de "crecerse ante las adversidades", impregna hoy la compañía que dirige. Orgullo sanabrés, orgullo de pertenencia a una tierra, eso es lo que unió a quienes anoche abarrotaban el centro de exposiciones de San Martín.