Venialbo volvió a quedarse pequeño, un año más, para acoger a todos los aficionados que acudieron ayer al encierro mixto desde distintas partes de Castilla y León. El aparcamiento situado junto a la pradera de El Arradal vio como se llenaron sus 400 plazas a primera hora de la mañana y a las 10.30 de la mañana salían los dos primeros toros negros de la ganadería Agustín Gallego. La empresa de Venialbo volvía a exponer sus ejemplares tras unos años sin participar en los encierros locales.

La organización del festejo decidió este año acotar El Arradal para habilitar solo cinco hectáreas del terreno por el que camparon los astados. "La gran cualidad del encierro de Venialbo es que el público en todo momento puede observar a los toros porque no pueden irse muy lejos", resaltó su alcalde, Jesús Vara. Las condiciones de seguridad siguen siendo uno de los atractivos de este encierro puesto que a la pradera solo pueden acceder los caballistas, 70 en esta edición.

Durante los primeros compases del encierro los dos primeros astados propiciaron vistosas carreras a los caballistas a la espera de que se completase toda la manada. Pasados 20 minutos fueron saliendo uno a uno el resto de morlacos hasta sumar cinco en total. La brisa que acompañó la jornada permitió al público disfrutar plenamente del espectáculo desde las gradas y las talanqueras.

Uno de los momentos más intensos llegó al mediodía con la suelta de uno de los toros por el recorrido urbano. Una hora de encierro en la que el zaino pudo acercarse, más si cabe, a los espectadores llegados incluso desde Valladolid y Salamanca.

Sobre las 13 horas se soltaron los cabestros para recoger a los toros con la ayuda de los caballistas.

Era el momento para que los foráneos visitasen las bodegas, donde las peñas les agasajaron con limonada, vino y aperitivos, cumpliendo la máxima que dice que "nadie es forastero en Venialbo".

Las fiestas de la Asunción y San Roque concluyen hoy con la actuación de la orquesta portuguesa Funçao Públika.