Con pocos prolegómenos y mucho pregón, el bufón Calabacín declaró "abierto este mercado" Medieval de la villa, ayer en la Plaza Mayor de Puebla. Ante un público expectante por contemplar el primer pasacalles real y satírico de esta nueva edición, la comitiva saltó de plaza a plaza siguiendo por las rúas empinadas de la villa.

La fiesta declarada de Interés Turístico Regional marca el fin de semana de mayor afluencia de visitantes y veraneantes de todo el año en la comarca. Miles de personas pasarán por Puebla en estos cinco días de actividades variadas, para todos los públicos, para todos los gustos y repartidos los puntos cardinales de la villa.

El público disfrutó del espectáculo de La Fragua de Vulcano en el que aparecieron todos los personajes que durante estos días amenizarán calles y callejones, desde los soldados y bufones, acompañados de brujos y magos de dudosa procedencia, y hasta un tercio de músicos italianizantes que se abren paso a golpe de gaita y percusión.

La sobriedad marcial de los caballeros se quebraba con la aparición en escena de malabaristas y bufones. Los niños se quedaban estupefactos con las serpientes, una pitón y una culebra de escalera que, enroscadas a sus cuidadores, hicieron el paseo desde la Plaza Mayor hasta terminar en la Plaza del Mariquillo.

Un centenar de puestos jalonan todas las calles del casco antiguo, con artesanos en plena faena en labores manuales de forja, ebanistería, tejeduría, alquimias y orfebrerías, para despejar la desconfianza de mercancías procedentes de la importación de la cada vez más cercana Oriente. Los puestos bien surtidos los cincos sentidos, el tacto, el gusto, el olfato, la vista y el oído, y aún un sexto, el de la bolsa.

La muralla del Mariquillo ha adquirido un especial interés para el público más pequeño con la noria y el tiovivo de tracción humana instalado en el recinto, además de compartir espacio con las tabernas ambulantes. En la Plaza Mayor los espectáculos dominan el escenario de Vulcano y los puestos de avituallamiento para las tropas leales y hambrientas.

Las rúas concentran el comercio, que en esta ocasión no paga tributos reales, gracias a Alfonso X el Sabio, cuya figura se echa en falta a estas alturas del siglo XXI. El campamento real está instalado en la Chopera, por eso de dejar la villa franca de ejércitos y dedicada a la artesanía y el comercio. Las artes de la cetrería están en pleno auge en estos días. Los visitantes tendrán la oportunidad de encontrarse con faunos, Deminiete, el soldado desquiciado, los Druidas, al faquir, Dríades, etc? que han entrado detrás de Calabacín, promotor de la solemne apertura del mercado.