- ¿Cómo conoció a su compañero Riccardo Gualino?

-Fue mi compañero durante 43 años. Riccardo Gualino (Roma 1941) vino a España a estudiar y trabajar porque su padre, director cinematográfico, tenía aquí cosas. Se matriculó en la Universidad, en Ciencias Políticas y Economía, y comenzó a trabajar en contra del fascismo. En marzo de 1965 le pasó que, con otro compañero, fue a dar panfletos a las fábricas de Getafe y a la vuelta, en un Seat 600, pararon en un semáforo. Detrás venía una moto y vestido de obrero un guardia civil, se puso delante del coche, sacó la pistola y le disparó en la cara. La bala se le quedó alojada en la boca. Había dado octavillas y era la respuesta de la Guardia Civil. A partir de ahí le llevan de un lado para otro, que si al hospital, que a la Dirección de Seguridad para interrogarle. ¡Pero si tenía la cara hinchada! Hasta que en el hospital dijeron: ¡oiga, que hay que quitarle la bala! Luego le condujeron a la cárcel, le condenaron a seis años y medio de prisión, y cumplió casi cuatro. Como era italiano, cuando salió le aplicaron la orden de expulsión y legalmente no pudo entrar en el país hasta que ganaron las elecciones los socialistas. Vino a trabajar y a estudiar, que es lo que hacíamos casi todos porque sino no había dinero.

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