El día de Santa Ana, 26 de julio, transcurrió con total normalidad en la provincia de Zamora, en lo que a incendios forestales se refiere, hasta que a las nueve y media de la noche la desgracia volvió a cebarse con el ganadero de Bermillo de Alba, don Manuel Bernardo Merino, el mismo que hace un año se le quemó la nave llena de heno recién empacado, como consecuencia del incendio del día 29 de julio de 2017 ocurrido casi a la vez en Pino del Oro y Castro de Alcañices y que se llevó por delante más de tres mil hectáreas de pastos, arbolado, monte bajo, cerramientos y la nave de Manuel Bernardo.

El citado ganadero, que en ese momento se encontraba segando los valles comunales de “Fuente la Raya”, de Pino del Oro, con el peine acoplado a su tractor y que según él tenía permiso del Ayuntamiento de Pino para segar la hierba, de más de medio metro de altura, empacarla y llevársela a sus establos, vio como a las nueve y media de la noche detrás de él comenzaba a arder el pasto recién cortad. Comprobando que era un pequeño incendio, él mismo comenzó a intentar apagarlo con sus propios pies. Al ver que las llamas crecían inmediatamente llamó al 112 para que enviaran con urgencia medios de extinción. Al mismo tiempo que intentaba salvar su tractor y seguía apagando el fuego de pastizal con ramas, la parte baja de su furgoneta C-15 comenzaba a arder e inmediatamente. Con los cubos que utiliza para llevar comida a sus perros, y procedente de una laguna cercana, comenzó a echar agua a los bajos de la furgoneta para intentar apagarla. La hierba alta y una fina brisa que soplaban en ese momento hacían imposible su extinción. “La furgoneta se me quemó por intentar apagar el fuego”, aseveraba el propio ganadero.

Los primeros medios de la Junta de Castilla y León, que llegaron a las 21:50 horas, ya nada pudieron hacer para salvar el vehículo, que quedó calcinado casi por completo. Hasta el lugar llegaron dos Agentes Medioambientales, dos camiones de la Junta, uan cuadrilla y los bomberos de San Vitero. En total se quemó poco más de una hectárea de pasto, casi todo lo que Manuel había segado en esa tarde.

A la caída de la noche, Manuel estaba anímicamente destrozado, ante la imposibilidad de poder apagar el incipiente incendio con sus propias manos, así como ver que su vehículo de trabajo estaba totalmente quemado, mientras recordaba que hace un año, por estas mismas fechas, las pacas de hierba y cereal recién hechas habían sido pasto de las llamas, mientras repetía una y otra vez: “las desgracias se han cebado conmigo”.