«Las calles bajaban como un mar». Leandro y Teodoro, dos vecinos de La Bóveda de Toro, todavía no salían ayer de su asombro tras la monumental tormenta que descargó en el pueblo la tarde-noche del lunes. Se habla de unos 55-60 litros en apenas media hora. El cielo venía muy negro, tanto que muchos vecinos miraban de reojo a las alturas mientras estaban pegados a la pantalla para ver el España-Marruecos, del Mundial de fútbol. Pero de pronto «se preparó una de narices» describe un vecino de la calle Arenal mientras limpia con una manguera el barro de la puerta. Empezó a caer agua cada vez con más fuerza hasta que las calles se transformaron en un río.

Los vecinos de esta larga calle que atraviesa el pueblo contemplaban atónitos cómo la riada arrastraba todo lo que encontraba a su paso, empezando por numerosos enseres que se almacenaban en un garaje en la parte alta y que se vino abajo. Garrafas, adoquines, colchones, viejas monturas, maderas... Ayer eran visibles en el pueblo las consecuencias de la tormenta con viejos enseres abandonados por las calles, por no hablar del arrastre de tierra.

Luis Fernández e Irene Calvo no durmieron en toda la noche. Su vivienda ha sido la más afectada por la riada, con el agua a «un metro y veintiocho centímetros de altura» que convirtió el garaje en un mar. El nivel de la inundación es perceptible en la pared blanca del sótano, donde ayer la familia se afanaba en barrer los últimos restos de agua después de una noche fatigosa. «Lo primero que hice fue llamar a los bomberos porque veía que no había solución, era imposible sujetarlo» comentaba Luis Fernández.

Empezaron a achicar pero no daban abasto, tuvo que incorporarse un tractor con una bomba para poder extraer semejante volumen. «Te puedes imaginar lo que era esto, con más de un metro de agua en 300 metros de garaje» explica Irene Calvo. «Lo ha arrastrado todo». La caldera de la calefacción, cámaras frigoríficas, televisiones, mesas, sillas, juguetes y un equipo de fotografía e iluminación de uno de los jóvenes de la casa. «Un desastre» resumía Irene Calvo, padre de Irene, que en sus años de vida decía no haber visto tromba de semejantes características.

A pocos metros de esta casa inundada Justi Crespo intenta poner en orden el corral y el local donde tenía preparados los ajos para la Feria de San Pedro. «Llevo desde las siete de la mañana ordenando todo esto» cuenta. También vecina de la calle Arenal, Justi vio cómo el agua subía por momentos hasta que terminó por colarse en el garaje y arrastrar hasta el corral los ajos que estaban extendidos. «Se han mojado todos, ahora a secarse» cuenta esta cultivadora entre resignada y todavía sorprendida por el alcance de la tormenta. «Intenté poner una lona para que no se mojaran los ajos, pero el paso del granizo la hundió».

A pesar de todo, Justi espera estar esta semana vendiendo su cosecha en la Feria de San Pedro, en el puesto de las Tres Cruces. «Ha sido un buen año pero nunca faltan sustos» comenta mientras aprovecha el sol para que se sequen los ajos pasados por agua.

Como ella, los vecinos de La Bóveda de Toro ayer se afanaban en limpiar garajes y entradas de las casas, donde el agua penetró . «Y a ver si hoy no se vuelve a preparar» comentaba una señora.

Lo mismo deseaban los comediantes de un grupo de teatro ambulante, a quienes la tormenta impidió la representación prevista para la noche del lunes. Si temeroso era contemplar el zarpazo de agua desde las casas, mucho más desde las pequeñas caravanas con las que se desplazan estos actores ambulantes, naturales de Gijón. «No podíamos salir, pensábamos que nos llevaba la riada porque el agua llegó hasta la misma puerta de la caravana» comentaba todavía con el susto en el cuerpo Estíbaliz Garvi.

Acostumbrados a recorrer los pueblos con su «Teatro de la comedia» y a vivir múltiples experiencias, la de La Bóveda de Toro seguro que no la olvidarán. «Tuvimos miedo porque si entraba el agua en las caravanas es que aquí va nuestra vida» describía la actriz para quien lo peor no es que «nos fastidiara la función, sino vernos por momentos en la calle, sin nada». La fuerza del agua se llevó el escalón de entrada a la caravana, cubos, fregonas, sillas, parte de la casa a cuestas con la que cargan estos comediantes nómadas. «Si llega a llover cinco minutos más no nos libramos» apuntaba Arturo Morán, otro de los actores.

Esta compañía familiar seguía ayer mirando al cielo a la espera poder debutar con una función de Alfonso Paso y continuar su recorrido hacia la provincia de León.

El rastro de la riada era visible por todo el pueblo La Bóveda de Toro, donde ayer no había otra conversación. Los más de 50 y hasta 70 litros, en opinión de algunos vecinos, desbordaron el río Juncal y también provocaron daños en cultivos y huertos. Los arrastres de tierra eran perceptibles en algunos tramos de la carretera de Zamora, sobre todo entre Venialbo y La Bóveda, donde trabajadores de mantenimiento estuvieron durante la mañana despejando la vía y colocando señales de precaución.

Los vídeos y fotografías corrieron como la pólvora, de teléfono en teléfono, la misma noche del lunes, a tiempo real y ante el asombro de muchos bovedanos de la diáspora. Todavía ayer los vecinos los mostraban y se asombraban de que horas antes semejante descarga hubiera ocurrido a sus mismos pies. «Había caído algún pedrisco y tormentas pero estas barbaridades de agua yo no lo recuerdo» comentaba Leandro con el asentimiento de su vecino Teodoro.