Evoca Luis Miguel de Dios, todavía casi pellizcándose la piel, el día que se topó con una suerte de Quijote y Sancho en las inmediaciones del puente de hierro de Toro. En 1974, a punto de licenciarse y requerido por la caja de reclutas, el futuro periodista volvía de Madrid haciendo autostop e intentaba parar al último vehículo que le llevara hasta Guarrate. Diez y pico de una noche de mayo, "entre dos luces veo venir por el puente a un tío a caballo, con traje de pana, visera, delgado, circunspecto, con una cara mustia; y a su lado, otro cabalgando sobre su burro, orondo y sonriente". La escena cervantina tendría su epílogo.

-"¡Hala majo!, a ver si te cogen y llegas pronto a donde quieras llegar" le espetó optimista el rechoncho.

-"Me "pa" a mí que vas listo" sentenció un más que áspero "caballero andante".

Aquella vivencia real, en la que el mismísimo José Jiménez Lozano vio el argumento para un "bonito cuento", ha perseguido a Luis Miguel de Dios hasta hoy. Y es la razón de que "Cervantes resucita en Toro" titule uno de los trece cuentos de los que se nutre "Tierra herida", el segundo libro publicado por el periodista guarratino, que se presentará en CLUB DE LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA el próximo martes, 26 de junio, a las 20 horas en el Paraninfo del Colegio Universitario de Zamora.

Tras "El llanto del trigo", el escritor vuelve por sus fueros con un conjunto de relatos entre lo costumbrista y lo mágico, sin perder la referencia de la profesión que ejerció durante cuatro décadas. "En la literatura creo que lo más importante es que sea verosímil, que quien esté leyendo crea que eso puede haber pasado en algún momento. Que haya un toque de realismo mágico".

En "Tierra herida", prologado por Gustavo Martín Garzo, vuelven a transitar personajes que han formado parte de las vivencias del autor, directas o contadas por la pléyade de informantes de los que se ha ido rodeando a lo largo de su vida. Pero también de una ficción que se intuye casi real. "Tengo recogidas un montón de anécdotas, algunas todavía no publicables" revela Luis Miguel de Dios. Historias muchas que describen "un mundo agonizante, que se desmorona pero da mucho juego".

Habla de un relato de lo rural, tierno y duro a la vez. De aquella mujerica, real, que estando en el mortuorio de una señora ya muy mayor "toreaba a los ratones que salían por la casa con una chaqueta". O del latiguillo al que siempre aludía Arcángel Bueno Blanco, el Cumplido, "el tío que mejor daba los pésames del pueblo": "Nos veremos en el valle de Josafat". Y resulta que existía, como pudo comprobar el autor durante un viaje a Jerusalén. Eso ratifica la idea de Luis Miguel de Dios de que el saber popular es sabio y de que las gentes de antes eran listas.

Se normalizaba por ejemplo un hecho tan real como la muerte. "La presencia de la muerte es la vida, es el desenlace normal de la existencia". Y así se proyecta en algunos de los cuentos porque, otra vez, así lo ha vivido. "Con cuatro o cinco años los chavales nos poníamos los primeros a ver cómo metían la caja en el hoyo y no conozco a nadie de mi generación traumatizado por eso".

"Tierra herida" persiste en ese mundo agónico. ¿Por qué esa visión tan afligida? "Es que es la vida misma; cuando has visto tanta vitalidad que ahora se va perdiendo, se te cae el alma a los pies. Y de alguna manera protestas a través de la literatura, pones los problemas encima de la mesa porque no es cuestión de ocultarlos". Habla Luis Miguel de Dios de un mundo rural en declive, del que tanto ha escrito y cuyo compromiso le acaba de valer el Premio de Comunicación 2018 de la Fundación de Estudios Rurales, vinculada a la organización agraria UPA.

"Me ha hecho ilusión por el apellido "rural" que lleva la fundación y porque destaca gente que mantiene un compromiso. En mi caso creo que humildemente puedo presumir de lealtad a mi mismo y fidelidad a la tierra". No olvida las palabras que escuchó de Miguel Delibes, uno de sus referentes en lo humano y en lo profesional, cuando en uno de sus discursos habló de que era como un árbol: "crezco donde me plantaron". "Yo le debo a mi tierra muchas cosas" resume Luis Miguel de Dios.

Quizás por ello, jubilado de sus tareas periodísticas, decidió retornar al origen, a caballo entre El Pego, donde vive, y Guarrate, donde cada día visita a su padre. Uve de Dios, el viejo y sabio agricultor, sigue siendo una fuente de información fundamental para su hijo escritor y un referente de esa vida añorada y casi atropellada por los recuerdos.

"Vivir en el pueblo en mi caso es una opción y estoy muy a gusto, pero en realidad nunca he salido porque para mi el pueblo no es un lugar físico, es un estado mental casi místico, una forma de entender la vida. Y no te enfrentas igual a la vida cuando has visto nacer un choto que cuando bebes la leche del tetrabrik".