D ebemos asumir, porque otro remedio no nos queda, que el medio rural agoniza. Mal que nos pese, las matemáticas son una ciencia exacta y es imposible cuadrar los números del padrón. Las trampas no valen, que las calles vacías delatan a los engañosos papeles. En un pueblo, donde en quince años no hubo ni un bautizo, ni un niño, el cura ofició tres sepelios en su solo día. Visto lo visto haría falta un milagro.

Mientras haya vida hay esperanza, esta es lo último que se pierde y no podemos desfallecer. Por ello quienes nacimos y residimos en los pueblos alistanos tenemos el derecho a una calidad de vida digna, aunque haya localidades donde los vecinos ya se cuentan con los dedos de una mano y sobran dedos.

La sanidad, más si cabe en el medio rural, es parte vital para disfrutar de una calidad de vida digna. En unos tiempos donde las tecnologías y máquinas sustituyen al humano en tareas y decisiones, quienes nos gobiernan, deben asumir que basar sus decisiones sólo en los números condenarían, aún mas si cabe, a muerte a los pueblos.

Cada campesino somos al algo más que un número y una cartilla en la Seguridad Social, somos personas con nombre y apellidos: salud y enfermedad. Muchas veces octogenarios y nonagenarios que sobreviven solos, olvidados de la sociedad y también de familiares y amigos solo por interés, para las que incluso acudir al consultorio del pueblo es una aventura, una proeza, enfermas o con dificultades de movilidad, como para hablarles de consultas a la demanda o inventos de Internet y telefonía móvil que no saben manejar. Ni cobertura tienen.

Instituciones y autoridades, también los ciudadanos, tenemos que buscar y encontrar una solución que garantice como hasta ahora la prestación de servicios sanitarios en el medio rural con periodicidad lógica y condiciones dignas para quienes la prestan, médicos y enfermeras, -magnífica su labor profesional y humana-, y quienes la recibimos: los pacientes. La sanidad no es un arma política arrojadiza y para sacar pecho, buscar medallas o crear polémicas: es la salud y con la salud no se juega.