"Esto me ayuda a levantarme". Mª Jesús no falla cada lunes a su cita con el taller de memoria que imparte en Fuentesaúco Sara Pérez, técnico de la Asamblea Local de Cruz Roja de Toro, y que ha sido todo un revulsivo para esta saucana amante de la lectura. Es una hora a la semana, pero a esta pequeña familia de nueve alumnos apuntados se les hace poco. Mª Jesús acude animada por una amiga y dice que no ha encontrado mejor receta para romper la rutina de sus días en soledad y estimular la mente con ejercicios que de otra manera ni se le ocurriría hacer.

Una sensación compartida por sus compañeros de pupitre, en su mayoría mujeres. Es la tónica general, como reconoce Sara Pérez. "Aquí al menos hay dos señores, pero tengo actividades donde no acude ni uno; en general las mujeres son mucho más activas para estas cosas". En la clase de gimnasia que se imparte en Fuentesaúco, entre 22 mujeres hay un solo alumno y lo mismo se puede decir del coro, con apenas tres voces masculinas. Por eso Vicente y Fernando son una excepción y, éste último, el veterano del grupo con 85 años muy bien llevados. "Si necesita algún arreglo, aquí me tiene" comenta el joyero mientras muestra la medalla de la Virgen de la Antigua salida de sus manos. "Me pone enfermo estar sin hacer nada, así que vengo encantado. No fallo".

"Para ellos es importante este taller porque adquieren un compromiso y salen, hablan unos con otros. No es tan importante por las actividades que hacemos, que también, como por el simple hecho de hablar, de comentar lo que van a hacer de comida, de recordar las fiestas del pueblo, arreglarse. En definitiva se socializan, pues de otra manera algunas personas no saldrán de casa. Es una terapia contra la soledad".

Si algo caracteriza a este grupo es la vitalidad y disposición en un clase trepidante. Los cinco sentidos son..., Brasil está en el continente...., el quinto día de la semana es.... Los ejercicios se suceden sin respiro. Secuencias, sopas de letras, dictados, juegos "Y ahora una de números" propone la profesora. Primero de dos en dos, luego de tres en tres, después restando de tres en tres del cien al cero. Las pruebas van sumando dificultad y los alumnos se afanan en no fallar. "Está chupado" dice una. "Será para ti" contestan desde el otro lado de la mesa en un ambiente de lo más armónico.

A sus 67 años, Angélica es una veterana en los talleres de memoria; "ya venía cuando teníamos que pagar, pero no me importa porque me encanta. Me estimula, me hace salir de casa, trabajar con la mente y hablar con otras personas. Vivo sola y esto me viene muy bien". A su lado, Ramona, con 81 años, admite que la memoria le empieza a fallar. "Me gusta todo lo que hacemos, me gusta leer y escribir; hasta por la noche, pongo el cojín a la espalda y no me canso de leer. Pero no me preguntes que luego se me olvida" confiesa. Por eso, los ejercicios que cada semana lleva Sara son un oasis para su cabeza.

Con 55 años, Ani es la más joven del taller pero asiste con pleno entusiasmo en lo que para ella es "una terapia de grupo". El contacto con los compañeros, la sociabilidad y el buen humor que reina en la clase son toda una medicina para esta aplicada alumna.

Juli (74 años) tan solo lleva cinco meses, pero muy bien aprovechados. Se confiesa "contenta y encantada" con la profesora. "Ya había perdido memoria y hasta casi se me olvidaba escribir; he estado 20 años trabajando en el bar y no cogía el bolígrafo, así que este taller me ha venido de maravilla. Pero para estar bien bien tenían que ser más días" lamenta mientras los demás le dan la razón.

Una de las propuestas que recibió Sara cuando se incorporó fueron los dictados "porque ahora no se escribe", y por experiencia "veo que a estas personas mayores se les dan mejor los números que las letras" cuenta la monitora. Hay una razón clara: el manejo del dinero. La entrada del euro fue una complicación para una generación criada con la peseta y el cambio les obligó a espabiliar a pasos agigantados. "Son personas que viven en el siglo XXI pero la mayor parte de su vida es del siglo pasado, era otra época y les cuesta adaptarse" explica la técnico de Cruz Roja.

Pero si algo demuestran estos alumnos en su "retorno" a la escuela son ganas de aprender y superarse. Conchi es un ejemplo claro. Limitada por la vista, Sara le trae los ejercicios con una letra más grande para que pueda superar esa dificultad y ella está encantada. "Apenas salgo de casa, si acaso un paseo por las tardes y siempre con alguien porque me manejo fatal, así que estoy deseando de que llegue el lunes para venir a "la memoria". La pena es que no tengamos más días".

A su lado Vicente, agricultor jubilado, dice que "es lo mejor que he hecho". Está entretenido, desde que acude al taller ya no se le resisten los sudoku y encaja con deportividad las bromas de las compañeras.

A sus 80 años Petra se muestra feliz en esta singular escuela montada en el Club de Jubilados. "Toda la vida trabajando, desde los 10 años, ni leías ni nada y ahora me encanta. Hacemos los dictados y corregimos las faltas. Estoy deseando terminar las hazanas para coger el libro". En su caso enciende la tablet que le regaló su hija y se le pasa el tiempo sin enterarse.

Estas nueve experiencias demuestran los efectos positivos de una actividad en el medio rural que imparte Cruz Roja de forma gratuita. "La pena es que no se anime más gente" coinciden todos. A juzgar por los resultados da la sensación de que se están perdiendo algo bueno.