El santuario campestre de Nuestra Señora la Virgen de la Luz, ubicado en la frontera de España y Portugal -más concretamente en el término de la aldea trasmontana de Constantim, colindante con la alistana Moveros-, fue asaltado con violencia en la noche del domingo al lunes, después de celebrarse la romería hispanolusa.

Los amigos de lo ajeno habrían utilizado palancas de hierro para forzar la puerta principal y acceder al interior del recinto sagrado donde, para su sorpresa, no se encontraban ya ninguna cosa de gran valor económico. Fueron tan hábiles, -todo apunta a que son profesionales- que a pesar de forzar la puerta ni dejaron marcas en la madera, ni causaron destrozos en ella.

Sin embargo, para su desgracia, las valiosas joyas de oro y plata de la Virgen de la Luz ya no se encontraban en la ermita, sino que viajaban entre extremas medidas de seguridad hacia las dependencias de una entidad bancaria en Oporto, donde permanecen custodiadas en una caja fuerte durante todo el año, de romería a romería

Tampoco pudieron encontrar los ladrones la gran cantidad de dinero de las miles de ofrendas personales que los devotos fueron aportando a lo largo de la jornada romera.

Los asaltantes únicamente pudieron llevarse las hostias del sagrario y una garrafa de aceite de oliva virgen que le habían regalado a los mayordomos de la Virgen de la Luz y que habían dejado olvidada en la ermita.

Fue la romería de la Virgen de la Luz una jornada de compras y ventas, ofrendas y limosnas, donde miles de euros cambiaron de manos, algo fácil de ver o deducir. Es obvio que los asaltantes habrían estado durante el día de la romería dentro del santuario y allí habrían podido ver a la Virgen de la Luz ataviada para la misa y la procesión con sus deslumbrantes joyas de oro y plata, que valen miles de euros, así como la gran cantidad de dinero que los devotos dejaban tras colocarse bajo la protección de la Gran Señora de la Luz y en la compra de los objetos de recuerdo, desde rosarios a llaveros o estampas.