Familiares, amigos y vecinos de Ribadelago rindieron ayer el último adiós a los restos mortales del empresario sanabrés César González de Prada, fallecido a los 92 años.

Poco antes de los cuatro y media de la tarde el coche fúnebre que llevaba el féretro, seguido de la comitiva, rodeaba por última vez para Cesar González la orilla del Lago de Sanabria, ese Lago que siempre estuvo presente en su vida para lo bueno y para lo malo, desde la rotura de la presa de Vega de Tera, que marcó su juventud, a su etapa como reconocido empresario, desde el Hostal César construido en el pueblo nuevo.

El párroco Miguel Ángel Fernández Orduña y el anterior párroco de Ribadelago, José Antonio de la Fuente, celebraron la misa de cuerpo presente en el interior de la iglesia parroquial de San Andrés. Más de un centenar de personas asistieron a la misa donde el párroco trasladó la solidaridad y afecto a su familia, a su esposa, sus hijos y su nieta. Fernández recordó a este vecino "del que todos ahora recordamos una palabra, un gesto, una acción". Cuando personas como Cesar se van "algo en nuestro interior también muere de alguna manera". A menudo "no valoramos todo lo que nos dan estas personas" afirmó el sacerdote.

Al funeral asistieron también compañeros de profesión y amistades de diferentes pueblos de la comarca. César González era toda una institución en el sector y un gran emprendedor, en este oficio en el que trabajó prácticamente toda su vida. Era una persona de una gran calidad humana y gran conversador. Fue uno de los supervivientes de la catástrofe de 1959 y memoria viva y vívida de aquellos acontecimientos que nunca olvidó y que sufrió en primera persona junto a su familia. Su testimonio siempre fue uno de los más valorados por la riqueza de información y sentimientos.

La muerte de César González Prada deja un vacío sobresaliente no solo en Ribadelago sino en toda Sanabria por cuanto que era una persona comprometida con los valores que encarnan inquietud por el progreso socioeconómico y cultural de la tierra. Hombre de periódico diario, gustaba además de disponer y conocer cuantas publicaciones trataran o hicieran referencia a Sanabria, con especial incidencia al Lago de Sanabria y su entorno. Su padre Fidel González falleció arrollado por la riada provocada por la rotura de Vega de Tera, junto a otras 143 personas, y César González mantuvo alto el listón de la hostelería y de la raigambre.

Embebido por la cultura y lector infatigable, fue además un hombre conversador y de fina palabra. De su boca siempre salían pormenores sobre personajes y hechos que habían dejado huella en Sanabria; sobre la pesca del Lago, de la que el padre fue guardián, sobre las andaduras del maquis, sobre los mandatarios de Moncabril, sobre las conveniencias y necesidades obligadas para situar a Ribadelago y el escenario del Parque Natural del Lago en la órbita del turismo. Su casa fue siempre un centro de acogida y tertulia, y César González una voz acreditada por su sorprendente autoformación. Era un cronista fiel de los casi últimos 90 años y de la historia local. La vejez le fue apartando de la sociedad en la que hallaba un respiro pleno, hasta consumirlo el pasado jueves.