La jornada invernal teñida de nieve y hielo que ayer se atravesó toda la provincia, convirtió a las cigüeñas en imprevistas protagonistas de un día repleto de percances. Hábiles voladoras y simpáticas vecinas, especialmente en un medio rural despoblado y más que ansioso de vida, las cigüeñas forman parte del escenario cotidiano.

Puede que por esa empatía con los humanos no resulte extraño el empeño de unos vecinos de Gáname de Sayago por sacar del aprieto a la agobiada zancuda, cuando se vio varada en medio de la plaza del pueblo, al lado de la iglesia, inmovilizada e incapaz de levantar el vuelo. La nieve helada se había acumulado de tal manera en su cuerpo que, por más que lo intentaba, la cigüeña no podía con tan pesada carga.

Para su suerte, justo cuando el animal sufría tan apurado momento, pasó un vecino que no dudó en rescatar a la indefensa cigüeña -al principio algo intranquila-, para llevársela a casa, retirar el pesado hielo y secar sus alas con un secador. "Son animales de difícil manejo, hay que tener cuidado sobre todo con el pico porque puede resultar peligroso, te lo pueden clavar" explicaba el "ángel de la guarda" de la atribulada cigüeña.

Y así, bajo el brazo, se la llevó para casa. Una vez allí, entre dos personas pudieron realizar la labor de secado, una con el secador y la otra sujetando el pico y al animal. Tan confiado se mostraba el ave que se dejó hacer, puede que sabedora de que le estaban salvado la vida.

Como fue. La operación permitió a la cigüeña levantar el vuelo y volver a sus naturales alturas, en busca de su pareja, con la que comparte casa en la torre de la iglesia de Gáname. Por la mañana se las vio tranquilas en un cortino del pueblo.

Peor suerte corrió una de las dos cigüeñas de la torre de la iglesia de Moraleja de Sayago, que apareció muerta al lado de "su casa". Puede que, subida en las alturas, la zancuda intentara echar a volar y se vio incapaz, cargada de hielo, hasta estrellarse. Hasta los buitres que ayer merodeaban por Moraleja en busca de un botín gastronómico "se vieron mal" para despegar, como pudo comprobar el propio alcalde, Ángel Villamor.