Hoy toca cocido. El inconfundible olor que desprende el guiso castellano y el tintineo de la válvula dando vueltas en la olla no ofrecen duda. Irene Martín, cocinera del comedor social de Bermillo de Sayago -dos profesionales se turnan cada año en el centro- prepara el menú para 24 comensales; más de la mitad servidos en el propio centro y una decena a domicilio, para las personas con dificultades de movilidad o que residen en alguno de los pueblos que pertenecen al municipio. En este caso vecinos de Fresnadillo y Piñuel, dos de los anejos de Bermillo donde lo han solicitado.

Este servicio, que fue pionero en España en el año 2004, surgió de la necesidad de atender a personas mayores que viven en el medio rural -muchas en pueblos pequeños y alejados de la capital-, con el fin de mejorar su calidad de vida, la dieta y (muy importante) sus relaciones sociales. Hablamos de algo más que un plato caliente.

Tras la experiencia como cocinera en residencias y en ayuda a domicilio, Irene Martín se confiesa "contenta" con su actual cometido en el comedor de Bermillo, donde cada día, de lunes a viernes, elabora y proporciona la comida a jubilados del municipio que opten por este cómodo servicio al precio de 4 euros por menú.

El alguacil César Sastre se encarga de llevar la comida a domicilio en contenedores isotérmicos que preservan la temperatura y garantizan el traslado de los alimentos en perfectas condiciones. Poco antes de las dos de la tarde acude a recoger las bandejas con el vehículo municipal para proceder al reparto.

"Procuro que sea un menú equilibrado" cuenta la cocinera mientras trocea las costillas, el tocino, el chorizo, la carne, y el pollo para los más delicados de salud. Después lo mete en el horno con el fin de servirlo caliente en la mesa. "Cocino como si estuviera en mi casa" confiesa Irene. Y tal debe ser el truco de los elogios que recibe de los comensales que a diario acuden al centro que también hace las veces de hogar del jubilado.

Proliferan los platos de cuchara, también verduras, arroz a la zamorana o patatas con bacalao y los viernes suele ser paella. Irene Martín va acomodando el menú a los productos que cada vía ve más adecuados en el mercado. Ella se organiza en su cometido general, que incluye hacer la compra, elaborar la comida y la limpieza de las instalaciones.

"La verdad es que se come muy bien" concede Toñina Hernández. Acostumbrada toda su vida laboral a hacerlo en los colegios, esta maestra jubilada se muestra encantada con la prestación. "Si me quedo en casa no cocino" se sincera mientras espera junto a sus compañeros a que la cocinera de la señal. Como otros usuarios, Toñina han tenido que escuchar algún que otro comentario receloso. "Al principio no sabíamos si esto saldría para adelante. Nos decía el alcalde, si no acude gente se cierra y no lo podíamos permitir porque esto muy bueno para el pueblo".

El recelo es una reacción general. El inicio de los comedores sociales no suele ser fácil en los pueblos. Y Bermillo no fue una excepción. Lo saben bien José Antonio Renilla y Mª Teresa Martín, el matrimonio que lo inauguró hace cinco años y allí siguen, "encantados; después de toda la vida haciendo comidas esto es la gloria" expresa Mª Teresa, a día de hoy la comensal más joven del grupo de jubilados que a diario acuden al centro.

"Esto de que llegues a mesa puesta, no te preocupes de lo que tienes que poner ni tengas que fregar los cacharros da mucha tranquilidad" confiesa con el asentimiento de su marido. "Nosotros estamos muy contentos, ya no nos movemos de aquí" certifica satisfecho Renilla.

Junto a ellos, Isidro Rodríguez, otro de los usuarios de este servicio social promovido por la Diputación Provincial, que otorga subvenciones a los ayuntamientos para su puesta en marcha. "Después de toda la vida fuera está muy bien, comes sin grasa, sano y está rico" expresa este vecino que lleva un año como "cliente".

Emilio Luceño, toda su vida en la carretera con el camión, solo tiene alabanzas para este servicio. "Llevaba toda la vida comiendo por ahí, de cajón, pues cómo voy a estar, encantado. Esto es divino" expresa mientras espera a que la mesa esté puesta.

Jesús Santiago, que vive a caballo entre Bermillo y Barcelona, cuando vuelve al pueblo no se lo piensa. "Me evita pensar en qué comer cada día, pero además el comedor cumple una labor social muy importante. Ya no comes solo, comentas con tus compañeros de mesa, mantienes una comunicación que es muy saludable" argumenta este maestro jubilado y dinamizador cultural a través de la asociación "La Mayuela". Esa idea de convertirse en un centro de encuentro, de reunión y de ocio, de fomentar las relaciones sociales ha llevado a la Diputación a ir transformando los comedores en los llamados CEMI (Centros Municipales Integrados).

Otro maestro jubilado, Argimiro Marcos, acude con su madre; "estamos fenomenal, comes sano, un poco de todo, poca sal y bien cocinado, qué más podemos pedir" se sincera mientras espera que Irene sirva un generoso plato de garbanzos.

Estos usuarios son conscientes de que en Bermillo podría haber "muchos más" candidatos, pero al menos el nivel de unos 20-25 de media que se ha conseguido garantiza el sostenimiento del comedor social. Pueden ser beneficiarias del servicio todas las personas "empadronadas en el Ayuntamiento de Bermillo de Sayago mayores de 65 años, o bien, menores que ostenten la condición de jubilados o asimilados".

Con características similares al centro de Bermillo están operativos unos 45 en la provincia de Zamora, siete de ellos en Sayago (Almeida, Fariza, Fresno, Moral, Roelos, Villadepera y el de Bermillo). Otros 22 son comedores sociales pendientes de su transformación en CEMI. Una amplia red "que no sólo han supuesto una nueva inversión en los municipios, sino que además han generado un servicio que, a su vez, crea nuevos puestos de trabajo, tan importantes y necesarios en el medio rural" argumentan desde la Diputación Provincial.