La hermandad de San Blas fue una de las más numerosas de la Vicaría de Aliste y acogía a algunos devotos de otras parroquias. El mismo día de entrada el nuevo cofrade había de pagar una vela de cera, en Navidad un cordero y en agosto, una vez culminada la cosecha, un alquez de trigo. Eso sí, no podía entrar cualquiera: se prohibía tajantemente al "logrero, blasfemo o persona que esté en pecado público o haya sospecha que está en algún cisma de mal cristiano". Tras la misa se celebraba una comida y después los cofrades tenían obligación de alimentar a los pobres "con mucho cariño".