La villa de Tábara acogía el pasado fin de semana la matanza tradicional del cerdo gracias a la iniciativa del cocinero Agustín de Dios Pernía, un tabarés que desde hace varios años está implicado en la recuperación y fomento de las costumbres del entorno de la sierra de la Culebra relacionadas con la gastronomía.

Antaño la matanza tradicional del cerdo tenía lugar entre el 11 de diciembre, san Martín, y el 3 de febrero, San Blas, aprovechando los primeros fríos del otoño y los rigores del invierno. Dependiendo de los recursos cada familia solía matar uno o dos cerdos, los más ricos hasta tres, obteniendo jamones, tocinos, chorizos, lomos, salchichones, botillos, morcillas y manteca que guardados a buen recaudo en la despensa abastecían durante todo el años a los campesinos.

En la actualidad las matanzas están en plena decadencia por dos principales causas, la primera, que cada vez queda menos gente en los pueblos, - hay poblaciones donde antaño había 130 casas abiertas y hoy se han reducido a una docena-, y la segunda que la mayoría de los residentes son de la tercera edad, septuagenarios, octogenarios y nonagenarios son mayoría y no se atreven a realizar una arduas labores que duran tres días. Por este motivo Tábara mantiene la matanza tradicional con vistas a que las nuevas generaciones puedan vivir y conocer una tradición que va camino de la extinción. Una vez sacrificado, el chamuscado del cerdo sobre el banco utilizando las pajas de centeno, fue una de las cosas que más llamo la atención a los niños y jóvenes.

Cueros fritos, croquetas de morcilla caseras, empanada matancera, chorizo al vino, chicos, manitas de cerdo entomatadas, arroz de matanza y secreto de cerdo a la brasas con guarnición son algunos de los manjares que Tábara y Agustín de Dios Pernía ofreció y ofrece a los amantes de las delicias gastronómicas de la sierra de la Culebra. Los participantes disfrutaron a lo grande de la matanza tradicional.