Javier García Aparicio, hijo de Montamarta y estudiante de Derecho en la Universidad de Salamanca, renovó ayer la tradición más emblemática de este pueblo. Como hiciera su hermano Joel hace dos años, Javier encarnó al Zangarrón en el Día de Reyes, cuando el diablillo viste su traje de gala y muestra un aspecto mucho más festivo que en el primer día del año.

En esta Epifanía de 2018 Javier ha estrenado la careta, elaborada por el "señor Tano", como popularmente conocen en el pueblo y su entorno a Feliciano García, confeccionador de máscaras y durante más de medio siglo sastre y vestidor del Zangarrón. Una función que ahora cumple José Ramón Pérez, encargado ayer de vestir al quinto que ha tenido el honor de representar al singular diablillo en un laborioso proceso que se prolonga unas tres horas.

Sin embargo la preparación es más larga. Representar al Zangarrón es "un orgullo" para los quintos, como confiesa Javier García Aparicio, pero también requiere de una buena forma física que este joven aspirante a abogado ha tenido que compaginar con los libros. "Llegan los exámenes y he tenido que buscar huecos porque tengo que estudiar" expresaba un cansado Zangarrón en la tarde de ayer.

"Es una experiencia muy bonita, que no te la imaginas hasta que no te metes dentro del personaje" cuenta Javier, encantado de cumplir con una tradición muy arraigada en la familia materna; a parte de su hermano, su tío y primos han sido protagonistas en esta mascarada de invierno.

Con toda la indumentaria que acompaña al personaje, ciertamente incómoda por la cantidad de atuendos, el diablillo recorrió las calles de Montamarta anunciando su presencia con el inconfundible soniquete de los cencerros. Y con esas trazas llamaba a las puertas en busca del aguinaldo, para dirigirse después hacia la ermita de Santa María del Castillo combinando carreras y saltos, con el tridente en la mano por la antigua calzada. La escasez de agua en el embalse permitió realizar el recorrido tradicional hasta alcanzar el templo donde el público esperaba la llegada del Zangarrón, que corría tras algunos mozos a los que "castigaba" con los tres golpes de tridente en la espalda. Arropado por los quintos, Javier García Aparicio llegó a la ermita donde tuvo un respiro para descansar antes de la bendición de las hogazas.

Tras el acto religioso volvió al pueblo y a las carreras hasta coronar una mañana que ya es historia en la vida de este quinto.