Y llegó "Napoleón" al mueco de la ganadería de Santa María de los Caballeros, el último de los becerros de saca de este año que han sido bautizados a fuego por la familia ganadera que tiene su instalación agropecuaria en el prado de Fuentelapeña entre una pléyade de curiosos y gazpacheros que entretuvieron la jornada con risas, afabilidad y ganas en un viejo rito que atrae como el imán y resulta una jornada de fiesta y participación como las que existen en el medio rural: Verdad, sinceridad, laboriosidad y trabajo.

En esta ocasión los becerros de saca han sido una veintena, un tercio menos que en años anteriores, no porque la paridera haya sido menor, sino porque la "paratuberculosis", ese bicho asqueroso que mata y se desarrolla en el intestino de los rumiantes y se transmite de madres a hijos, generando destrucción y muerte, ha mermado las madres dedicadas a la reproducción de bravo, como nos comentaba el ganadero titular de la explotación Juan Carlos Encinas. Y ahora estos hijos de "Leonés", el semental de aquí, herederos de "Guasón" y "Leonesa", abuelos originarios de estos ejemplares herrados hoy, entran al mueco con fuerza y dando un zurrido de órdago a las planchas de metal hasta que son sujetados por los encargados del artilugio y preparados para la aplicación del hierro candente con la marca de la ganadería, el guarismo del año y el número de res con el que se reconocerá.

De madrina de los becerros actúa la ganadera Ana Sánchez, la esposa que fue del malogrado propietario de la ganadería LuisMa García a quien todos recordamos un año más en esa tarea tan ferial y magnífica de marcar el ganado en el herradero anual. Como veterinaria está Rosana Galán, que llega para certificar y comprobar todas las actuaciones, vacunaciones, desparasitado y marcado de las reses. No falta Juan Carlos Encinas ni Carlos Verdugo, ni Almudena, ni María Jesús, ni Rocío García, la hija de Luisma y Ana, ni Paula, ni Marcos ni Iker, éste siempre comiendo su galleta mañanera con auténtico gusto y deleite. Ni por supuesto el saucano que siempre nos regala con un saquito de garbanzos "El Trillo" de Fuentesaúco y el gran amigo y taurino zamorano Luis Miguel Ballesteros.

Preparados en una mesa los crotales, las tijeras, el aerosol cicatrizante, los hierros malvados que aplicados al animal desprenden un humo espeso, característico, llenando el ambiente de olor acre a pelos quemados y torreznos fritos, la juerga empieza con el primero de los becerros llamado "Temeroso", negro bragado, que al salir del mueco embiste al grupo de curiosos entre el jolgorio de quienes ven las carreras, los apuros y el ansia por verse indemnes aupándose y acogiéndose a sagrado en los hierros de la talanquera que no esperaban la embestida del animal.

Fueron pasando después con intensidad, golpes y salidas fulgurantes "Segoviano", un precioso burraco; "Trabucón", un colorado cuajado; "Acuchillado", "Leonés", "Extremeño" y "Gitanillo" castaños. "Gallardo" y "Napoleón" negros. Y tras la faena y posar para la posteridad, a compartir el pan y la sal en el garigolo de la ganadería hablando de toros.

Un año más Fuentelapeña revivió una jornada taurina campera plena de interés, emoción, esperanza y grandeza en Santa María de los Caballeros, un hierro ganadero de la localidad donde 57 vacas de vientre pastan, crían y viven casi a la augusta sombra del campanario hermoso e histórico de la Iglesia que lleva el nombre y da orgullo en la provincia de Zamora a los paisanos del gran político Claudio Moyano Samaniego.