Domingo Fernández Martín nació en la localidad alistana de Villarino de Cebal el día 11 de marzo de 1923. Fue el tercero de cuatro hermanos, su padre se dedicaba a la albañilería y a la agricultura mientras su madre se encargaba de las labores del hogar. A la escuela fue el tiempo suficiente para aprender las cuatro reglas que le sirvieran para defenderse en la vida. Por aquellos años Villarino de Cebal ya era un pueblo pequeño, sólo contaba con una escuela y estudiaban juntos niños y niñas, en su época eran "12 rapaces", según recuerda el propio domingo.

Antes de ir a la mili aprendió el oficio de sastre de manos de Santiago Fernández, que era natural de Tola. Con él empezó a cortar, picar y coser capas, pero sólo la capa de pastor, la más demandada y usada por los ganaderos alistanos. Los dos años de mili los pasó cerca, concretamente en la capital zamorana y en los Servicios Sociales, aunque las maniobras las llevaba a cabo en "Monte La Reina", el campamento militar de Toro.

A la vuelta de la mili siguió interesado en el mundo de la confección de la capa de pastor, menos elaborada que la capa de honras y sin chiva. Alquiló una casa en San Vitero y fue cuando comenzó a dedicarse profesionalmente al mundo del corte y la confección. En esos tiempos, corría el año 1945 y él contaba con 22 años, escuchaba a los mayores del pueblo repetirle una y otra vez: "?pues en aquella altura, se hacían unas capas muy elegantes con las que se casaban los mozos?". Así que ni corto ni perezoso se puso a buscar en los viejos arcones de pueblos limítrofes como Palazuelo de las Cuevas o en La Torre, hasta que dio con la prenda tan buscada y de la que tanto le hablaban los mayores. Estas prendas eran muy bastas, con un paño de un centímetro de grosor y con unos pliegues que las hacían indomables. Las fabricaban en los telares particulares que había en todos los pueblos y las "pisaban" en los batanes o pisones que también eran habituales en cualquier río alistano. Elegantes y a la vez pesadas, estas capas se estrenaban el día de la boda y bajo ellas los novios vestían camisas de lino y chalecos y bragas -el pantalón de hombre- y calzaban elegantes cholas con suela de madera.

Así que Domingo Fernández copió esos modelos y dibujos y comenzó a fabricar este nuevo modelo de capa. Eso sí, con los paños que traía de Zamora y que se cosían mejor que los antiguos y gruesos paños.

A sus 29 años, el sastre se casó con María Antonia Mezquita Casado, natural de San Juan del Rebollar, y hasta que construyeron su propia morada vivieron en San Vitero en otras tres casas de alquiler. En su nueva vivienda, muy grande y acogedora, montó una tienda para la venta al público y un taller donde trabajaría como sastre confeccionando el traje de hombre, chaqueta americana y pantalón. Su mujer también cosía y se atrevía con vestidos y faldas de mujer. Aparte, Domingo también se dedicaba a la venta ambulante y con su carro tirado por un caballo iba de feria en feria y de pueblo en pueblo. Comenta el señor Domingo que por aquel entonces pagaba tres impuestos diferentes y que se llamaban matrículas: "matrícula de puesto fijo, matrícula de sastre y matrícula de venta ambulante". De ese nacieron cuatro hijos: Jesús, María Antonia, Teresa y Asunción Fernández Mezquita, teniendo en total diez nietos y cuatro biznietos.

Domingo siempre ha vivido en San Vitero y en aquellos años compaginaba su trabajo de sastre con el de la agricultura, para lo cual usaba a su caballo como animal de tiro para el arado. Ambos también tuvieron tiempo para formar a otros aprendices, hombres y mujeres de pueblos como Cabañas, San Juan del Rebollar, Tola o el mismo San Vitero, que entraban en su taller sin saber nada y después de varias jornadas ya sabían cortar y coser perfectamente.

Domingo siguió cortando y cosiendo capas, "más de cien", asegura, casi todas para los pastores de la zona. Recuerda hacer tres para procesionar el Miércoles Santo en Zamora y algunos encargos de capa chiva alistana para tener y guardar como recuerdo.

Después de jubilado fue cuando Domingo empezó a confeccionar el traje tradicional alistano, pero sólo el de hombre. Curiosamente, uno de los directivos del grupo zamorano de folklore "Don Sancho" se lo llevó a Zamora para tomar medida a todos sus componentes masculinos y durante un año les confeccionó todos sus trajes: chaleco, montera y braga.

A lo largo de dos años fue el monitor de futuros sastres en el taller de Alcañices sobre indumentaria tradicional alistana promovido por la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León con apoyos del Fondo Europeo de Desarrollo Regional.

Sin duda, la vida y el trabajo de Domingo Fernández Martín han sido imprescindibles para la recuperación de la prenda insignia de la cultura alistana, y por eso el domingo 12 de noviembre recibía un merecido homenaje en Figueruela de Arriba, durante la jornada de exaltación de la capa parda alistana de honras y respeto.