Un centenar de vecinos de toda la Carballeda se congregaron en Mombuey para presenciar la quema del Fite y ayudar así a las ánimas que todavía vagan por la Tierra a ascender definitivamente al cielo.

Esta ancestral tradición propia de la noche anterior a los Fieles Difuntos se trasladaba al sábado para evitar que la lluvia prevista para el 1 de noviembre apagara la hoguera, y para favorecer la presencia de emigrantes y turistas.

El roble más alto de los montes de Mombuey lucía en la plaza del Rodrigo como un mayo que marca la llegada del frío en lugar de la primavera, hasta que llegó la hora de quemarlo. Los presentes admiraron, un año más, el espectacular chisporroteo que producen las hojas del carballo al arder, y cuando ya se habían consumido tiraron fuerte de la cuerda para salvar esa madera "purificada" por el fuego, cuyos trozos serían después subastados junto a la fuente de los Cristianos.

En el lugar, por si acaso, había una dotación de bomberos del Consorcio Provincial que se acercaron desde Rionegro del Puente por si el viento extendía las llamas hacia un monte que está más seco que ningún otoño.

La fiesta concluyó con una cena popular asada sobre las brasas del Fite que todos los presentes pudieron degustar en la sede de la asociación cultural La Candonga al ritmo de la gaita, el tamboril y la pandereta.