"Dijeron que el embalse tardaría tres años en llenarse. Se llenó en un mes. Fue un invierno de mucha agua" relata Francisco Matellanes Matellanes, vecino de Sandín y ribereño del río Tera y del embalse de Cernadilla. Los vecinos "segaban la parva y, si se descuidaban, al día siguiente estaba debajo del agua".

Tres meses ha tardado en vaciarse el pantano, lo que dura la prolongada sequía en la comarca de Sanabria. El embalse acumulaba ayer 26 hectómetros cúbicos, solo el 10,2% de su capacidad total de 255,40 hectómetros cúbicos, según los datos actualizados por la Confederación Hidrográfica del Duero. El pasado año por estas mismas fechas rondaba el 20% de su capacidad.

Matellanes trabajó en la obra de la presa recién licenciado del servicio militar, entre 1966 y 1969, año en que finalizó la obra. En 2019 la presa cumplirá 40 años. El embalse ocupa casi 1.400 hectáreas que afectan a los términos de Cernadilla, Sandín, Entrepeñas, Palacios y Puebla de Sanabria. Bajo las aguas sucumbieron los valles, y especialmente los de Sandín. El agua siempre está abajo, en el valle, y es la mejor zona de cultivo y pasto de los pueblos. Pero todavía "quedó mucho terreno".

La historia del puente

La retirada de las aguas ha sacado la fisonomía agrorural de un pueblo definido por sus paredes de los prados, bancales, corrales, huertos, calles, casas venidas a ruinas y hasta lo que era la iglesia del pueblo, lugar de sesteo de una vacada. "Muchos carros de piedra acarrearon los antepasados", afirma el vecino. Las siguientes generaciones mantuvieron las tapias en pie, algunas trazadas a escuadra y con precisión de GPS. "Sacaban las piedras de las canteras del monte, porque había mucha piedra". El horizonte de Sandín está presidido por las crestas de piedra donde es visible el trabajo de cantería rudimentaria de los pobladores de la zona.

El canal, el molino, el pontón, el puente de la carretera son visibles. Poco tiempo estuvo operativo un nuevo puente construido para sortear el Tera e ir hacia Asturianos. Hasta su construcción los vecinos sorteaban el río por un vado. Recuerdan que, en una ocasión, varios vecinos acudieron el lunes al Mercado de El Puente para comprar unas vacas. Un matrimonio de Sandín dejó a su hijo de corta edad en casa de un familiar en Sandín para ir a El Puente con otros vecinos del pueblo. Hechas las compras, venía con la vaca de ramal que habían comprado. Al llegar al vado, el río venía muy crecido, hasta el punto que nadie se atrevía a cruzar. La mujer, guiada porque había dejado a su hijo de corta edad con su suegra y quería llegar pronto, se puso a cruzar. El ímpetu del río se llevó a la joven esposa, y detrás al esposo que se lanzó al agua para rescatarla. Los acompañantes quedaron sobrecogidos por esta dramática escena. El párroco del pueblo comenzó a "mover hilos" para que se construyera el puente que ahora también está debajo del agua. El paisaje del embalse ha atraído a numerosos visitantes al pueblo y aflorado los recuerdos de los que vivieron entre prados, cortinas y calles encajonadas entre piedras. La vecindad está atareada en la cosecha de castañas. La misma sequía que castiga el embalse, castiga los frutales.