16 meses de sequía -salpicada por unas pocas tormentas- han agotado la mayor reserva de agua de la provincia de Zamora, el embalse de Ricobayo, que hoy se encuentra al 11% de su capacidad con apenas 130 hectómetros cúbicos de los 1.200 que puede retener este coloso de la ingeniería patria. Es necesario remontarse dos décadas, hasta 1997, para encontrar imágenes similares a las que ofrece en estos días todo el curso del Esla, desde Muelas del Pan hasta Puente Quintos, y en aquella ocasión no se debía a la falta de lluvia sino a la mano del hombre, cuando Iberdrola se vio obligada a vaciar su pantano para instalar las nuevas turbinas de Ricobayo II.

Esta vez es la naturaleza, empujada por el cambio climático, la que ha secado este reservorio convirtiendo lo que era el mar de Zamora en un desierto que avanza día a día. Donde antes había orillas hoy hay empinadas cuestas de tierra gris y piedras que evocan un paisaje más propio de La Luna, y prácticamente todos los ramales se pueden cruzar a pie, sin encontrar ni barro, por un suelo agrietado que dibuja un extenso mosaico irregular sin rastro de vida. En cuanto al río Esla, a partir de Manzanal del Barco se ha retirado a su curso natural dejando en el fondo del embalse algunas charcas que conforman una suerte de parodia de una marisma en plena Meseta castellana.

Cuando el agua retrocede destapa viejos fantasmas del pasado que permanecían ocultos, como los últimos restos del tren JX-3, que explotó en la madrugada del 19 de octubre de 1964 en el viaducto de Martín Gil llevándose la vida del zamorano José Vicente Redondo, o como los pueblos desahuciados en los años 30 en nombre del progreso, La Pueblica y San Pedro de la Nave. Donde se asentaba esta última aldea perdida han emergido paredes de las casas dibujando con precisión el trazado de unas calles por las que se puede volver a pasear 80 años después de la inundación, un tema que este diario ampliará mañana en su edición dominical. Otra vergüenza que la sequía ha dejado al descubierto en el Esla es la suciedad del género humano. En diferentes puntos han aparecido desperdicios de todo tipo, latas, plásticos, neumáticos y hasta señales de tráfico que alguien tiró un día al embalse.

Un buen punto para tomar conciencia de la bajada del caudal en el último año está en Palacios del Pan, donde una pendiente abismal separa el muelle del Club deportivo de vela Zamora de su plataforma de acceso, a la que debería estar unido. También en esta zona, la isla El Ranero ha dejado de ser una isla.

Las previsiones indican que el embalse seguirá retrocediendo durante semanas, pues aunque desciendan las temperaturas y con ello la evaporación del agua, los afluentes del Esla bajan prácticamente secos y no habrá fuente que nutra su cuenca hasta que la lluvia otoñal invierta la tendencia, algo que podría no suceder hasta el mes de noviembre. Por el momento, el nivel actual del agua en la presa, 641 metros, permite su explotación hidroeléctrica sin problemas. En los últimos días Iberdrola viene liberando 140 metros cúbicos (140.000 litros) por segundo al curso bajo del Esla, y por tanto hacia el río Duero. Mientras sea posible, la empresa está obligada a soltar un mínimo de "caudal ecológico" para evitar que se seque el curso bajo de los ríos, un agua que en su caída también se aprovecha para mover las turbinas que generan electricidad.

En la provincia de Zamora, solo el embalse de Cernadilla, en el río Tera, se encuentra en una situación tan precaria, al 11,9% de su capacidad. Al sur, el embalse de Almendra, en el Tormes, almacena menos de la mitad de su aforo (41%) a pesar de contar con turbinas reversibles que permiten bombear agua del embalse de Aldeadávila (Salamanca) para recuperar cada noche parte del caudal liberado durante el día.

El conjunto de la cuenca del Duero almacena esta semana 2.500 hectómetros cúbicos de agua entre todos los embalses, el 33% de su capacidad, casi la mitad de lo registrado en septiembre del pasado año. En el caso de los embalses gestionados por la Confederación Hidrográfica -todos los zamoranos los controlan empresas hidroeléctricas- la sequía es un más aguda si cabe, ya que se encuentran al 23% de su máximo, frente al 46% registrado hace un año y el 41% de media de los últimos diez años a estas alturas de septiembre. Es paradigmático el caso de Barrios de Luna, al norte de la provincia de León, que ayer tan solo retenía el 5,7% de su capacidad.

La falta de agua tiene efectos sobre la agricultura, la campaña de 2017 ha sido desastrosa para el secano, con un 40% de la superficie sin cosechar y rendimientos muy bajos allí donde se ha pasado la segadora, y con unas fuertes restricciones impuestas al riego en todos los canales que dependen de la CHD. Pero también sobre la población, localidades que se nutren de embalses como el de Ricobayo -Andavías y Palacios del Pan- se quedaron sin agua a finales de agosto, en Villalcampo se vieron obligados a bajar la toma que tienen en su pantano, y otros pueblos que se abastecen mediante pozos de sondeo quedaron secos, de forma puntual, en los días de verano cuando albergaban a más gente.