Fermoselle está por vivir en estas fiestas de San Agustín lo insólito y con tensión. El segundo encierro taurino de la villa levantó ayer los gritos del gentío nada más pisar a todo trapo los novillos y los cabestros la Plaza Mayor, colmada de espectadores.

Un joven aficionado de Villarino de los Aires fue barrido a la entrada por la briosa manada y quedó tendido en el suelo e insconciente. Fue un atropello con cierto parecido a los que tienen lugar en los Sanfermines cuando los astados llevan por delante todo lo que se pone por medio. Rápidamente fue trasladado al hospitalillo situado a unos metros donde el médico certificó una contusión craneoencefálica, y derivado para su observación a Zamora.

Los erales llegaron procedentes de los corrales de San Albín en un tiempo de poco más de tres minutos y medio y, animados por sí mismos y por algunos mozos, optaron por no entrar en chiqueros y quedarse en la plaza arremetiendo contra todo lo que asomara entre las talanqueras. Los cabestros desaparecieron de la escena al instante, obedientes como mansos, pero los novillos quedaron sobre el pavimento como queriendo demostrar su entidad y, cuando nadie les citaba, ellos mismos se peleaban por exceso de energía.

Fueron unos momentos de emoción y tensión porque había ganas de recorte por parte de los jóvenes y de arremetida por parte de los astados.

El agente municipal Agustín Borges, como responsable máximo de la seguridad gubernativa, no cesaba de llamar desde el balcón del Consistorio a la cordura, a la retirada y a dejar a los animales que enfilaran a la bocana de entrada a chiqueros por seguridad de las personas. Pero era como clamar en el desierto en una atmósfera taurina más que apasionada. Ayuntamiento y empresarios taurinos tenían los nervios a flor de piel, y los recortadores el espíritu de los tocados por la suerte. En medio de este baile, un hombre tomaba nota de nombre de los espontáneos, según dijo, "para dárselo a la Guardia Civil porque no se pueden citar a los toros". Fue una vivencia de anteriores tiempos. En lo que fueron protagonistas, los toros hicieron vibrar los móviles llevándose fotos y vídeos como las estrellas del cine. Metidos entre rejas, llegaron las vaquillas. Emularon a las grandes figuras en lanzarse contra los que las tentaban, y dieron un juego excelente. Pero el trofeo se lo llevaron los erales. En la cola formada en la plaza a la espera de los bravos esta vez estaban media docena de muchachas que, como los muchachos, perdieron suelas al llegar los animales de la dehesa. Tras los barrotes algunos comentaban que anteayer se lidiaron los toros corridos el domingo y mostraban su malestar. Fuentes municipales defendieron que se cumplió la Ley. Fueron devueltos a la dehesa y dotados de una nueva guía porque no habían sido lidiados.

En el intenso encierro de ayer no hubo más percances reseñables que el sufrido por el aficionado salmantino. Pero las emociones corrieron por el cuerpo de la gente, con especial calado cuando alguno de los erales embestía las talanqueras ciegos por dar gusto a los cuernos. Los espectadores abandonaron el tenido de la pecular plaza fermosella satisfechos con lo visto.