Los retenes de extinción de la Junta de Castilla y León tuvieron una noche intensa y una madrugada de cierta calma, una vez que el incendio de Encinedo propagado por Truchas y Truchillas coronó el alto de Escuredo sin llegar a entrar en los dominios sanabreses por apenas unos ciento de metros. El fuego arrasó a su paso amplias extensiones de monte bajo, brezal y manchas de frondosas en los valles, y la práctica totalidad de los pinares de la vertiente leonesa de la Sierra de la Cabrera.

Desde poco antes de las ocho de la mañana, la brigada de Ferreras de Arriba, seis operarios y un capataz, daba el relevo a la brigada nocturna "november" que batalló desde las 10 de la noche frente a un fuego que avanzaba imparable, a últimas horas de la tarde del miércoles, y que hacía prever que coronara y descendiera por los pinares nuevos de Escuredo en la madrugada del jueves.

Con la luz del día, el terreno negro marcaba el límite al que llegó el fuego. Con escasa humedad nocturna pero con bajas temperaturas en la sierra, la propagación se ralentizó durante el amanecer. Tres máquinas operaban desde primera hora para ensanchar una trocha hasta convertirla en un cortafuegos de entre 10 y 12 metros, que marcaba una brecha clara entre las crestas de las dos provincias. En el horizonte el humo asolaba todavía la cadena montañosa de Truchillas, Truchas, Encinedo. El viento cambiante metía a rachas el humo en la sierra desdibujando las cumbres, aunque a lo largo de la mañana el viento provocó que el humo se fuera concentrando en determinadas zonas.

El fuego se reproducía por momentos en el perímetro ya quemado, no entrañando mayor riesgo que no poder salvar la vegetación que sorteó el primer ataque del fuego. Lo poco verde que se divisaba desde el límite de Escuredo quedó negro. La prioridad de los medios aéreos, volcados en provincia de León, eran las zonas con peor evolución cerca de las zonas habitadas.

El viento cambiante, temperaturas en el alto del Peñón de 27 grados, sequedad extrema, raíces de urces, pavesas, algún foco humeante, y una orografía accidentada con mucha roca hacían que las brigadas, los agentes medioambientales y los técnicos de extinción estuvieran alerta. Las horas de más calor obligaban a una mayor intensidad en la vigilancia para detectar reproducciones, brujas, remolinos de tierra y cenizas, o rescoldo de subsuelo por la abundancia de raíces de urces que súbitamente emanaban columnillas de humo. Los trabajadores del retén estuvieron atentos a estas reproducciones refrescando el terreno o apagando el suelo.

Una alerta que finalmente se disparó poco antes de las dos y media de la tarde cuando en el único pinar joven de Truchillas que se había salvado hasta el momento, justo a la altura del cartel de la carretera de Escuredo, se reprodujo súbitamente el fuego, entre los árboles de unos dos metros de altura, poniendo en jaque a los equipos. Una de las máquinas que ampliaba el cortafuegos trató de maniobrar y mover la tierra para sepultar el fuego, pero ya estaba prendido del arbolado y en una zona pedregosa.

El fuego es imprevisible porque el maquinista, los brigadistas, técnicos y agentes repasaron visualmente se punto sin que se detectara el fuego. Para evitar el descontrol de este foco los responsables de la operación pidieron refuerzos aéreos al estar en un extremo del pinar junto a la carretera. A los pocos minutos y con las brigadas en el punto del humo y la máquina operando apareció un "kamov", un helicóptero bombardero del Ministerio con una cesta de 4.500 litros. En tres pasadas, y con el apoyo del retén, dejó el asunto resuelto después de descargar tres chorros oscuros, más de barro que de agua pero igual de efectivo. El piloto se tomó su tiempo para maniobrar en la última descarga y afinar el objetivo.

La vigilancia se prolongará unos días en esta zona, dadas las condiciones ambientales. Ayer más de uno se acordó de las lluvias anunciadas y las ausentes de este verano.