Una vez formadas las espumas, estas masas blancuzcas actúan a su vez de acumuladores de partículas flotantes u otras sustancias hidrofóbicas de naturaleza orgánica o inorgánica como nutrientes, polen, polvo, restos de insectos o vegetación. Por ello, "estas espumas no representan un riesgo para la salud humana al no existir fuentes naturales (por ejemplo cianobacterias generadoras de toxinas o espumas) o vertidos de sustancias de naturaleza tóxica en el lago", reiteran desde el equipo multidisciplinar que integra el AELS.

Según explican los investigadores, existen numerosas diferencias entre las espumas de origen natural y las producidas por contaminación por detergentes u otros vertidos de actividades humanas.

Así, las bandas de espumas de origen natural pueden ser blanquecinas o de color parduzco, presentan olor a pescado, tierra o hierba cortada y se forman en bandas paralelas en tanto que las artificiales son siempre blancas, suelen desprender un aroma dulzón o perfumado (aunque también de aguas fecales) y generalmente se originan junto al vertido o foco de contaminación.

De hecho, en los análisis químicos de las muestras de agua recogidas desde hace dos años por los responsables del Programa Bianual Intensivo no se observa "ningún indicio que pudiera relacionarse con un posible vertido accidental en el lago o en alguno de sus tributarios".