Hace 20 años el pueblo vasco de Ermua ofreció una lección de libertad derribando el telón de acero del miedo impuesto por ETA. El asesinato de Miguel Ángel Blanco, joven concejal del PP, provocó la irritación pacífica de sus vecinos y arrastró a toda España a una protesta sin precedentes que cambió los designios del País Vasco en lo que se llegó a considerar como el principio del fin de la banda terrorista.

Al frente del Ayuntamiento estaba el socialista Carlos Totorika (hoy todavía alcalde) y como segundo de a bordo Félix Prol, un gallego vinculado a Zamora por su matrimonio con una alistana. Aliste ha sido durante muchos años el remanso de paz y el cobijo de Prol frente a la presión del terrorismo. Este zamorano de adopción era el teniente de alcalde aquel julio de 1997 y se encargó de organizar el funeral por su compañero en la Corporación. Aunque él era el objetivo de esta entrevista, finalmente prefirió dejarlo en manos del alcalde con el que trabajó mano a mano durante 24 años, soportando la presión de ETA y su entorno. De la mano de Prol, Totorika conoció Aliste, viaje que evoca en la entrevista, habla también de ETA, de convivencia, de respeto o del crisol de gentes que se asienta en Ermua, el pueblo que dio esa lección de paz.

-¿Después de 20 años de la muerte de Miguel Ángel Blanco qué recuerdos le asaltan?

-Vivimos momentos que con el paso del tiempo los recuerdas como anécdotas pero aquellos días era todo angustioso. En el entierro recuerdo a Félix Prol discutiendo con el delegado del gobierno por los detalles de esto o lo otro, o hablando de tú a tú con los de Casa Real. Porque al entierro de Miguel Ángel si digo que vinieron mil responsables políticos seguramente que me quedo corto.

-Gestionar aquello con la cabeza fría tuvo que ser muy complicado.

-Había que hacerlo y luchar con nimiedades al lado de lo que nos había pasado, pero no te quedaba más remedio. Por ejemplo, hubo que pelear para que la mitad de la iglesia fuese para personalidades y la otra mitad para vecinos de Ermua, porque no se podían quedar fuera. Me acuerdo que el cura estaba ya harto de que le hubieran revisado toda la iglesia de arriba abajo. El príncipe quería ponerse en la primera fila, pero no en el altar para que no pareciera que estaba en otro nivel distinto al del resto de los ciudadanos y para eso había que retirar un banco de la Iglesia y el cura que no. Estábamos sobrepasados.

-¿Temió una reacción violenta de algún ciudadano ante la barbaridad de pegar dos tiros en la nuca a un concejal?

-Pienso que conservamos bastante calma y nos encontrábamos "cómodos" con nosotros, básicamente porque lo que estábamos haciendo era no rendirnos ante ETA. El silencio y el miedo que se había vivido en Euskadi, con todos los casos de secuestros y asesinatos, generaba una parálisis escandalosa y dolía porque llevábamos mucho tiempo sufriendo. Pero desde el minuto cero dijimos que Ermua no se callaba, en la primera media hora que nos enteramos de los dos tiros en la nuca a Miguel Ángel ya estábamos organizando una manifestación, convocando un pleno, llamando a los medios para que hubiera una respuesta de movilización.

-Lejos de callar decidieron plantar cara.

-Había que movilizarse, aunque ETA nos estaba dando una paliza, estábamos muy contra las cuerdas. La sociedad civil vasca se veía constantemente amenazada, controlaban las fábricas, los pueblos, las universidades, lo controlaban todo y era difícil no callarte. Lo fácil y hasta lo humano era el silencio, como si esto no fuera asunto nuestro. Pero nosotros pensábamos lo contrario, no estábamos dispuestos a quedarnos quietos. Fue una decisión desagradable, peligrosa e incómoda, pero estaba tomada. En el foro interno de Ermua decíamos, por lo menos a nosotros no nos van a callar, les vamos a llamar asesinos a la cara y nos vamos a despachar a gusto movilizándonos.

-Y organizó sobre la marcha esa caminata a Eibar, ¿temía que el pueblo explotara?

-Yo era una persona veterana. Tenía 41 años, pero los 18 años los hice en la cárcel de Basauri y me ha gustado lo público, siempre he creído que el mundo se puede cambiar. Llevaba muchos años trabajando con cierta seriedad, estudiando Económicas para ver cómo se mueve el mundo, participando de diferentes formas en la vida pública. Sabía que cuando a la gente le meten mucha presión y en forma de masa se convierte en un peligro, eso está claro. Las reacciones de 10.000 personas totalmente histéricas por la angustia, el disgusto y el enfado es un asunto muy serio.

-Ante el temor de una reacción descontrolada, sacó a la gente del pueblo a serenarse...

-En esos momentos hubiera sido muy humano también dar palizas en la calle a los de HB, pero yo en mi pueblo, siendo alcalde, no lo iba a permitir. Y tenía mucha conciencia de que esos momentos difíciles pueden generar ese tipo de actitudes negativas. Cuando salimos desde el Ayuntamiento a comunicar que a Miguel Ángel le habían pegado dos tiros en la cabeza, al ver aquellas caras, tengo fotos grabadas con la gente con las manos levantadas y la boca abierta de par en par. Eran imágenes muy desgarradoras que a mi me recordaron al cuadro de los fusilamientos del 2 de mayo de Goya. Es clavado, esa cara de desgarro y de horror, angustia. Teníamos una bomba atómica debajo de los pies, desde el balcón del Ayuntamiento lo vimos claro.

-Tuvo la cabeza fría para evitar que sus vecinos se dejaran llevar por el odio

-Había que liberar aquella energía haciendo una manifestación que fue fatigosa para quienes participaron. Yo no porque estaba entrenado, pero aquella marcha con un sol de julio de 10 kilómetros hasta Eibar y la gente volvió crucificada vamos a decir.

-¿Cómo se ha vivido en Ermua el recuerdo de aquel brutal asesinato del concejal del PP 20 años después?

-Por una parte hay un cansancio importante porque en cada asesinato ocurrido después de lo de Miguel Ángel la población de Ermua se movilizó. En Ermua dos mil personas movilizándose era bestial, tantas como en Bilbao casi, hubo una respuesta constante, siempre, en todos los casos. Eso produce cansancio y también la duda de si todo esto merecería la pena. Con el paso del tiempo ese cansancio está ahí, pero ver que ETA ha acabado y tener la conciencia de que nosotros les dimos un buen castañazo es muy liberador. En Ermua se superó el mecanismo del miedo, el terrorismo funciona a base de asustar. Desde que la respuesta, en vez de la parálisis fue la movilización, se rompió la lógica del terrorismo e hizo un daño terrible a su mecánica principal, que era generar miedo. A partir de las movilizaciones de Ermua hubo más cabreo y ganas de movilizarse más, una capacidad de respuesta social, política, institucional definiendo a los de ETA, no como unos guerrilleros voluntaristas y bienintencionados, sino como unos asesinos que además de matar a gente atacaban a la libertad de todos los vascos.

-¿Siente que se rompió un telón de acero hasta ese momento insondable?

-Absolutamente, creo que se superó el miedo y todo eso imposibilitaba por ejemplo que los terroristas vivieran cómodos en Bayona o en Bruselas, ya no estaban tranquilos porque se les perseguía. Porque aquí había una lógica de que cuando mataban a una persona se hablaba de conflicto, de la patria, pero de las personas y sus derechos nada. Y es un hecho relevante porque en una sociedad plural como la nuestra el respeto a las personas es fundamental; o aprendemos a respetar y a convivir o se monta la gorda.

-Ermua ha recibido a españoles de diversas comunidades en busca de trabajo, allí se junta un crisol de culturas ¿influyó ese perfil en la reacción ciudadana?

-Desde luego y esa característica nos hace ver y entender que la pluralidad de ideas y de formas de ver el mundo es positiva. La prueba es Ermua y algunos nos dedicamos a cultivar eso.

-Aunque en su caso lleve "ocho apellidos vascos"...

-Y hasta más de ocho, pero siempre me ha parecido que un gallego o un castellano tiene los mismos derechos y obligaciones que un vasco. Pero otros no lo veían así, nos ha unido el tener sociológicamente una heterogeneidad clara, unos orígenes muy distintos y algunos lo hemos cultivado constantemente. Es que todos somos personas y además lo más humano del mundo es querer a Euskadi y querer a Castilla y León o la Galicia, no tiene que ser incompatible.

-Parece que nos olvidamos a veces que los emigrantes han contribuido al desarrollo de los pueblos.

-Desde luego, ya está bien de vender la mentira de que la uniformidad es la riqueza; todo lo contrario, es la pluralidad la que suma.

-Una reflexión muy pertinente con el desafío de Cataluña en pleno apogeo.

-Claro, en parte se está dirimiendo esto. En el discurso del 20 aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, hablaba de poner en valor que los diferentes orígenes y la pluralidad son una riqueza y hay que cultivarla porque da buenos frutos. Nosotros veíamos a Miguel Ángel como una persona, no como un fruto del conflicto. Una persona y además concejal y del partido que a él le daba la gana, no del que usted me diga. Eso en Ermua fue más posible también por esa circunstancia de la pluralidad, la sociología nos ayudó. Seguramente si Ermua es un pueblo con una composición sociológica distinta quizás el resultado y la movilización no hubiera sido la misma. Lo he pensado muchas veces; también tienen sociologías similares a Ermua pueblos como Rentería, Baracaldo, Portugalete, Sestao? Han recibido el mismo porcentaje de emigrantes que Ermua, han vivido circunstancias de asesinatos dramáticas y la respuesta no ha sido la misma.

-¿Por qué?

-Solo puedo decir que cuando yo empecé de alcalde hace 26 años existía el centro gallego, al que yo acudía todos los años para el "día das letras galegas", porque me invitaban. Pero estando de alcalde se crearon los centros de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía. Yo les animaba porque me parece que no se puede renunciar a la cultura de uno, al amor a la tierra donde has nacido.

-Resulta extraño que sea necesario defender algo tan obvio.

-No es tan obvio, ni muchísimo menos. Estamos debatiendo de esto, con la globalización vemos a los sirios o a los inmigrantes en general como un peligro. He dado muchas vueltas a esto, el ser humano en los momentos más difíciles tiende a recogerse y a sentirse protegido en el entorno más próximo, que es la familia y que es la tribu. De ahí se puede acabar derivando que primero los míos y después los míos, y todos los demás son extranjeros y me vienen a quitar el pan. Y es mentira porque la historia del mundo es la emigración. ¡Anda que no han ido gallegos o vascos por todas partes o los extremeños o los zamoranos, y han enriquecido el mundo!. Además es lo más humano; si en tu casa no puedes sacar adelante a tus hijos, tiras para otro sitio donde poder tener una vida, expectativas y un futuro.

-Lo estamos viendo con tantas personas que huyen de la guerra y la miseria ante la apatía de occidente.

-Ahora mismo, además de una crisis económica, tenemos una angustia tremenda sobre el futuro. Hay demasiada incertidumbre, la clase media está asustada pensando en sus hijos, en su pensión, hay temor a que nos quiten el pan los de fuera y ante tanta incertidumbre, el mecanismo humano es encerrarse en el grupo y crear fronteras y considerar un peligro a los de al lado. Lo de América para los americanos. Generamos dinámicas ideológicas que son auténtico veneno porque no son soluciones a los problemas sino auténticas enfermedades que se convierten en xenofobia, en racismo.

-¿Ha recuperado Ermua el sosiego con ETA fuera de juego?

-Una vez que deja de funcionar el tiro en la nuca el matón de barrio, que era el más imbécil del pueblo, deja de tener ese poder. En Euskadi la presión no solo la ejercía ETA y sus pistolas, también HB. Había mucha gente que informaban a ETA. Y tú lo sabías, es como la lógica de la mafia, si cascas se sabe y por lo tanto se exige silencio. Hemos tenido un problema gravísimo para las personas y su libertad y para sus vidas.

-Tanto daño para conseguir tan poco...

-Bueno, consiguieron muchas cosas... casi nos ganan. No ganaron porque a la larga triunfa la razón, pero el que se ha comido 40 años con ETA en su chepa... nos han hecho pasarlas mal. Me quedo con la parte buena porque la mala ha sido bastante gorda. Estos días hemos visto que, a pesar del esfuerzo brutal, la gran manifestación mereció la pena. Somos más libres y no es por casualidad sino porque les plantamos cara.