De Guatemala a Guatepeor pasando por Fuentesaúco. Si los espantes del sábado ya decepcionaron a los aficionados taurinos, el encierro campero de este domingo terminó de rematar la faena con bronca final incluida que evidenció el descontento del respetable, integrado por grandes aficionados a los espectáculos taurinos y conocedores de los pormenores del ancestral festejo saucano.

Al igual que en la jornada precedente, los encerradores no lograron dominar la manada y tanto toros como bueyes terminaron campando a su libre albedrío por La Reguera. "Si mal estuvo ayer? hoy estuvo peor, no hubo ni un espante", resumía el aficionado taurino oriundo de Guarrate, Juan Pascual. "De los peores que recuerdo de los últimos años", confesaba.

Los responsables de enfilar los toros hacia el parapeto humano no fueron capaces de hacerse con el control y los astados se revolvieron de forma constante para desesperación de todos los allí congregados. De hecho, hasta uno de los morlacos embistió a uno de los caballistas propinándole un gran testarazo que le volteó por los aires aunque sin mayores consecuencias como muestra la secuencia de imágenes.

No obstante, revolcones, caídas y demás sustos avivaron unos espantes anodinos que consumaron la paciencia de los aficionados, quienes terminaron expresando su desencanto reprobando la actuación de los encargados con silbidos y abucheos.

El ambiente fue caldeándose hasta tal punto de vivir instantes de tensión sobre el propio terreno con enfrentamientos entre espantadores y caballistas que afortunadamente no llegaron a las manos.

El desencadenante de la disputa radicó en el deseo de los aficionados instalados en la bocana y en los interiores del prado de entretenerse con los morlacos realizando diversos cortes ante la falta de espantes. Una pretensión que no fue consentida por los jinetes, obcecados en cumplir su función sin salirse del guion establecido.

Al final, dos novillos lograron arribar hasta las calles de la villa donde más tarde se celebró el tradicional encierro urbano. Pese al cambio de escenario, la tónica continuó siendo la misma que en el prado. La fatiga y la calorina de los astados impidieron ofrecer el juego deseado por el público y, para mayor escarnio, un mozo tuvo que ser trasladado por los efectivos sanitarios al Complejo Asistencial de Salamanca tras un fuerte porrazo contra una de las merinas.

Pese a todo, miles de aficionados volvieron a poblar el cercado y los alrededores de La Reguera atraídos por la vistosidad de los festejos taurinos que cada año acoge la villa saucana con motivo de las fiestas patronales de La Visitación.