El cangrejo de río autóctono español (Austrapotamobius pallipes) desapareció en los años noventa del siglo XX de los cauces alistanos donde fue la especie de pesca más emblemática y preferida y la más y mejor valorada a nivel gastronómico. El cangrejo de río fue durante siglos uno de los elementos preferidos de las celebraciones más importantes, bodas y fiesta patronales consumiéndose asados a la brasa, cocidos o para elaborar cangrejos con arroz.

Los más ancianos alistanos presumen de lo autóctono y no dudan en afirmar que "nuestros cangrejos de río eran un manjar, mejor que los langostinos de ahora" e inciden en que "daban un color y un sabor a la paella de arroz que te cautivaba. Qué tiempos aquellos que ya nunca volverán".

Entre los pescadores alistanos la práctica totalidad denosta al señal al que no atribuyen cualidad culinaria alguna e identifica al rojo de las Marismas como "más grande, con más carne y con más sabor".

El problema está en que la normativa prohibe el transporte de los cangrejos vivos, lo cual conlleva su sacrificio y muerte en la misma orilla de los ríos donde son pescados. Es aquí donde entran los cocineros y afirman que pierden mucho de su valor. Un cangrejo muerto aguanta muy poco y obviamente mucho menos en época de calor. Es por este motivo que se cree que la medida, para evitar nuevas repoblaciones ilegales, lo que hace frenar la pesca y al final puede llevar a multiplicar su presencia.