El 9 de Mayo era laborable en los pueblos de la comarca y en Zamora. Pero los moralinos se volcaron un año más demostrando devoción, fervor y ganas de romería desde primeras horas de la mañana, cuando decenas de personas se concentraban en el entorno de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción para recibir a la Virgen del Rosario camino del santuario ubicado en el pradera del Cristo para reunirse con su hijo.

Los doce cargadores de la imagen mariana tampoco tuvieron problemas para hacer los relevos a la hora de cargar con la Virgen, que lucía una bonita estampa entre el vergel y las flores de un campo primaveral, con cielo entre luces y claros, por la vía de servicio de la N-630, en animada peregrinación.

Era la Banda de Cornetas y Tambores Santísimo Cristo de Morales del Vino la que abría el desfile procesional tras las cruces guía que portaban Natividad Carretero, Alfonso Mulas y Sheila. La calle Zamora, la arteria principal del pueblo antiguo, se quedaba pequeña para albergar a tantos fieles que caminaban tras el sacerdote, Alberto Sutil, y las autoridades civiles encabezadas por el alcalde del municipio, Miguel Ángel Piorno Brioso.

Los estandartes con la imagen del Cristo y las banderas de España poblaban los balcones de las casas, así como los banderines, aunque en esta edición se había acortado notablemente el adorno festivo. A buena marcha y con una excelente organización, la procesión tomaba un ritmo distinto enfilando el trazado de la carretera N-630 hasta la glorieta para tomar un camino marcado por el abigarrado colorido del vergel primaveral de ambas márgenes de la vía y hacer la reverencia a la patrona de la comarca la Virgen del Aviso.

Músicos y cargadores aguantaban estoicamente la marcha y los romeros ponían ritmo a una caminata que desentrañaba el nivel de forma de cada caminante: los más preparados, incluso con vestimenta deportiva, seguían el ritmo sin problemas, mientras que otros sufrían algo más, como el mismo alcalde, que optó por acompañar a pie a los vecinos, eso sí, con traje y corbata. Esta participación, como uno más de la procesión, dio pie a una pequeña anécdota en la jornada romera, ya que José María Barrios, al haberse trasladado en coche y haber llegado antes a la puerta de la ermita, se metió de nuevo en su papel de alcalde, aunque sea solo concejal, y ejerció de anfitrión recibiendo a las autoridades invitadas, como el subdelegado del Gobierno, Jerónimo García Bermejo, el delegado de la Junta, Alberto Castro, la presidenta de la Diputación, Mayte Martín Pozo o el presidente de la Mancomunidad, Ángel Sánchez amén de alcaldes y concejales de otras localidades de la zona. Una comitiva oficial que salió al encuentro de la Virgen poco antes de las once de la mañana, cuando tenía lugar la misa mayor, si bien desde las 6 se oficiaron eucaristías para atender la demanda de los numerosos fieles, que aprovechan para besar la reliquia de la Vera Cruz.

Como siempre, en el ambiente la reivindicación de la vuelta de la romería del Cristo al calendario de fiestas locales de la capital, como lo fuera antaño. El alcalde Piorno, explicaba que el ayuntamiento trabajaría el tema con el fin de facilitar la asistencia de la gente a la pradera, sobre todo en años como éste, cuando cae entre semana.

Devotos del Cristo

Ya por la tarde fueron también muchos los devotos del Cristo que se acercaban a la ermita para echar un rezo y disfrutar de una campa que presentaba una estampa típica de romería. Rosquillas de viento a un euro, churros, porras, obleas, avellanas "envasadas al vacío y de las mejores"; así reclamaba la atención del cliente Marcial Castro, vallisoletano con medio siglo de experiencia en el oficio que heredó de sus antepasados, la venta ambulante: "Tenemos solera y pedigrí, pero lo que hace falta es que la gente tenga dinero en el bolsillo y ganas de endulzar la vida".

Los productos reposteros eran los más demandados a primera hora, mientras a mediodía los puestos de hostelería eran los preferidos para probar la tortilla con pimientos, el pulpo o el montadito de lomo, que de todo había en las múltiples casetas gastronómicas. Y entre ellas, una destacada, la más reclamada por los moralinos, la caseta de quintos, con una oferta variada y mucho sueño entre los camareros, que arrastraban la rémora de los trabajos con el disfrute de las fiestas y, para muchos, el estudio de los exámenes finales.

El zoco estaba animado y los artículos expuestos pasaban por los bolsos de piel, la ropa, las joyas, los juguetes o los sombreros de paja, con menor reclamo que en otras ediciones al no ser el sol precisamente problema para la estancia en la pradera, muy agradable a pesar del cielo nublado. Y como en otras ediciones no faltaron tampoco las atracciones infantiles, con los típicos carruseles, los castillos hinchables y las colchonetas saltarinas.

Pero más allá de toda la oferta comercial la pradera invitaba a la amistad y el descanso por parte de muchos romeros que se sentaban bien en las mesas de piedra o se situaban a la sombra de los árboles, en pandillas o el familia para celebrar el 9 de Mayo.

Ya por la noche la Virgen del Rosario regresaba a Morales del Vino, entre dos luces y entraba en el templo de Nuestra Señora de la Asunción con el rezo comunitario de la salve, uno de los momentos entrañables para los lugareños.