Nuestra Señora la Virgen de la Luz, una de las "Siete Hermanas" de España y Portugal, llegó con la lluvia como compañera de viaje. Las nubes y agua ensombrecieron una de las jornadas más históricas e importantes para los devotos alistanos y trasmontanos que cada año, desde hace siglos, acuden a venerarla cada domingo siguiente a San Marcos.

Las vísperas no faltó la tormenta cuando la Virgen de la Luz fue subida a hombros por los feligreses de Aliste y Tras Os Montes desde la iglesia de Constantim hasta sus santuario, situado justo en la raya con Moveros. Allí tuvo lugar la primera eucaristía para pasar la noche velada por la Guarda Nacional Republicana, mientras en la aldea lusa el grupo Bandaka ponía la música a la animada verbena popular.

Tras un invierno y un comienzo de primavera marcados por la fuerte y ya preocupante sequía, a las 5 de la madrugada las previsiones meteorológicas se cumplieron y la lluvia hizo acto de presencia para desgracia y tristeza de los romeros. No obstante es tal la tradición y la devoción que, aunque el agua desanimó a algunos, fueron muchos no dudaron en cumplir con sus costumbres y se acercaron hasta Constantim y Moveros.

El santuario abría sus puerta a las 10 de la mañana y la Virgen de la Luz, protectora de la vista, fue recibiendo a los cientos de devotos que hasta allí se acercaron, unos para pedirle por la salud y hacerles su ofrendas, otros para cumplir con las promesas por los favores recibidos.

El temporal no amainó y el viento, con rachas de hasta 50 kilómetros por hora, el frío, el agua y el granizo se sucedieron a los largo de la jornada, con ratos de sol, impidiendo celebrar los actos religiosos al aire libre. La misa tuvo lugar en el interior de la ermita y no hubo procesión sobre la cumbre que marca la raya de España (Moveros) y Portugal (Constantim).

La Virgen de la Luz lucio sus mejores galas de oro y la Guarda Nacional Republicana estuvo atenta en sus inmediaciones hasta su regreso a Constantim hacia as 19 horas, donde las alhajas volvieron a tomar camino de una caja de seguridad de Oporto.

El temporal impidió la instalación de muchos de los puestos de venta lo cual llevó a muchos ambulantes a marcharse sin bajar la mercancía y a los compradores a reducir sus estancia dedicada a devociones y compras. La orquesta Kapittal fue la encargada de poner el broche de oro con una verbena popular en Constantim.