Nuestra Señora la Virgen de la Luz llegó a la ermita, en la frontera entre Moveros (España) y Constantim (Portugal), con la lluvia como compañera de viaje, ensombreciendo con nubes, agua y fuertes vientos una de las jornadas más importantes para los devotos alistanos y trasmontanos, que desde hace siglos acuden a venerarla cada domingo siguiente a San Marcos.

En las vísperas no faltó la tormenta cuando la Virgen subía a hombros desde Constantim hasta el santuario rayano, y hoy, además de llover, el fuerte viento impide a muchos comerciantes desplegar sus puestos en el mercadillo que cada año surge en los aldeaños de la ermita. A pesar de ello, Nuestra Señora de la Luz ha atraído a un buen número de feligreses españoles y portugueses, ya que es una de las imágenes de mayor devoción a ambos lados de la Raya.