Doscientas dos personas de Argusino, vivas en la actualidad, forman parte de la Cofradía de la Santa Cruz que Glorialdo Peños trata "de poner en marcha". Es un confirmación que realiza tras interesarse por el tema e investigar estos datos en los Archivos de Obispado. "Casi todos los vecinos de Argusino, a partir de 1945, somos cofrades de la Cofradía de la Santa Cruz" expone Glorialdo en el saludo con el que abre una publicación de 28 páginas editado con motivo en homenaje al 50 Aniversario de la desaparición del pueblo y que lleva por título "Adiós Argusino". Y es que, según precisa, los padres inscribían a sus hijos en la Cofradía al poco de nacer.

Sus páginas son un recuerdo, para las personas que no conocieron los hechos, de "cómo sucedió y cómo han transcurrido estos cincuenta años, hasta nuestros días".

Estandarte de la ermita construida a orillas del embalse de Almendra, que erradicó el pueblo del mapa, y pilar de los sucesivos reencuentros de los argusinejos, Peños señala que "si en algo he podido fallar en estos 50 años, os pido disculpas, pero lo he hecho con toda mi mejor voluntad".

Comienza su interesante librillo por narrar los acontecimientos que tuvieron lugar en 1967 y con relación a la expropiación. Y empieza "por el anuncio de la visita del Obispo de la Diócesis de Zamora, al que todo el pueblo esperaba con gran ilusión, pensando que algo bueno traería, pero fue muy decepcionante, ya que nos comunicó lo que todos en nuestro foro interno ya teníamos asumido. Los vecinos lo que pedíamos es que nos hiciesen un pueblo nuevo, pero su contestación fue que no estaba en sus manos, y así nos despachó".

"Otro anuncio fue nos visitaría el Gobernador. Lo recibimos con respeto y hasta con cariño, pensando que él sí podría influir en nuestras peticiones, pero también nos decepcionó a nuestras peticiones. Su argumento fue que era una obra de interés nacional y no había otra solución: o los vecinos cobraban la indemnización o tendrían que recurrir a un expediente de expropiación forzosa. Ya que la obra se haría le pedimos no nos separasen, queríamos permanecer unidos, haciéndonos un nuevo pueblo. Su respuesta fue: no pensarán que por una casa de este pueblo les hagamos una nueva. A lo cual yo le manifesté: la casa nueva que nos hagan no significará nada para estas personas. Como mi contestación no fue de su agrado me llamó al despacho por medio de la Guardia Civil para decirme: espero que esta haya sido la última vez que se manifieste".

Prosigue en su relato señalando que "un último intento por hacer un pueblo fue con Emilio Caballero Gallardo, delegado de sindicatos y el que suscribe, que formaba parte de su equipo". Indica Glorialdo que Caballero "se posicionó del lado de los vecinos de Argusino. De esta organización dependía el Instituto Nacional de Colonización, que nos contrató un autocar del Oeste Zamorano para que todo el que quisiera pudiese ir a ver un pueblo, Gascón de la Nava (Palencia). Fuimos recibidos por el encargado de cuidar aquel poblado, recorrimos el pueblo enseñándonos alguna casa, la iglesia, el cine, un bar restaurante, dos locales comerciales y, cuando concluimos la visita, nos ofrecieron una comida". Añade en recuerdo que "en este pueblo había sitio para todos los vecinos, pero no fue de su agrado, puesto que este pueblo se creó de la desecación de la laguna de Nava y de la canalización de los ríos Retortillo y Valdeginate".

También refiere que Colonización "nos ofreció plazas en otros municipios: El Espinar, Nuevo Narros, La Mesnal, pueblos donde solo había lotes par alguna familia. Si aún así estos lugares no nos gustaban nos ofrecieron una finca, con unas características similares a nuestra tierra, llamada El Escorriel, que nos gustó porque la mitad era de regadío y el resto de monte, pero no tenía casas y las tendríamos que hacer".

Sigue su relato expresando que "por aquellos días habían llegado al pueblo el ingeniero jefe de expropiaciones Don Diego y Digno Fuertes, y todas las noches nos reuníamos para comentar y hacer sugerencias y ver cómo iban las gestiones, mientras jugábamos una partida de dominó. Una noche se me acerca Digno Fuentes y con mucha sorna me dice: admiro tu tesón por Argusino, pero tengo que decirte que algunos de los vecinos ya han cobrado. Mañana abriremos una oficina para todos los que quieran cobrar, los que no lo hagan irán a un expediente de expropiación forzosa".

Empezó a llegando gente para informarse. Querían saber lo que le pagarían por la casas por alguna finca. La respuesta que le daban era decir la cantidad que le correspondía y, si aceptaban, en ese mismo momento le entregaban un cheque. Por casualidad, esperando a la puerta se encontraban dos amigos, el cura y don Paco, director del Banco Español de Crédito. Allí mismo le abrían la cuenta, mientras que el vecino se iba lloroso y desconsolado pensando que sería de él y de su familia a partir de entonces".

También relata que "Argusino en ese momento tiene en sus arcas municipales unos seis millones de pesetas, pero no se pueden repartir entre sus vecinos, por dos razones, a la esposa del antiguo secretario se le tenía que estar pagando la seguridad social. De este dinero dos partes fueron al Ayuntamiento de Villar del Buey, solo se podía gastar en alguna obra que llevase el nombre de Argusino, el resto del dinero fue al Ayuntamiento de Salce".

A partir de aquí, dice Glorialdo, "empieza el calvario". En sus páginas detalla pagos de Iberduero, la empresa promotora y propietaria de la gran presa de Almendra, la compra de materiales por personas de otros pueblos y el triste desmantelamiento de la iglesia, que empiezan a desmontar, apunta, el 17 de septiembre, precisamente el día del Ofertorio. "Todo lo que había desapareció, nunca se supo de su paradero. El mismo caminó llevó todo el material escolar que había en las escuelas".

Glorialdo Peños expone en otra página los distintos y más de treinta lugares por los que se diseminaron los vecinos de Argusino. También se detiene a contar los inicios y los esfuerzos de todo tipo para conseguir "la construcción de un monumento en recuerdo del pueblo", inaugurado el 6 de mayo de 1973.

En las siguientes páginas de "Adiós Argusino" va desgranando el desarrollo y la evolución que se va dando en la ermita con nuevas aportaciones y obras. "El promotor del monumento a Argusino, Matías de Inés, al ver la obra, se ha sentido emocionado y orgulloso" expresa Glorialdo Peños. Son unas páginas que recogen el espíritu y el afán de un pueblo por que "siempre estará vivo" como recogía ya en 1992 el cartel de la romería.

Son doscientos librillos sencillos pero cargados de historia y recuerdo vivo de gentes que, el primer fin de semana de mayo, revivirán algo más que un reencuentro, si no llueve, por las calles y sobre las piedras de Argusino.