No ha podido ser, Dios sabrá por qué. Se equivocaron todos los que pensaron -y algunos escribieron- que las cenizas del flamencólogo José Blas Vega iban a reposar eternamente en Zamora. Erraron aquellos que creyeron que Morales del Vino iba a guardar de por vida una brizna del corazón del flamenco. No ha sido así. Ni cinco años han estado los restos de uno de los mayores estudiosos del cante jondo en la plaza que lleva su nombre (¿por mucho tiempo?). Cenizas de ida y vuelta. Las decisiones humanas es lo que tienen, que duran lo que tarda en airearse el viento. ¿Las políticas? Nada.

Hizo un frío de hielo el 1 de diciembre de 2012. La brisa quemaba. Yeyé de Cádiz blindó la garganta y parió una toná de Félix Rodríguez en homenaje a José Blas Vega. Las lágrimas no se congelaron, fluyeron los recuerdos. Los asistentes al acto hicieron piña abrigados en el sentimiento, mientras José Manuel, uno de los dos hijos del flamencólogo, depositaba la urna con las cenizas de su padre en un pequeño nicho soterrado junto a la acacia mayor que pone la vida erecta en la plaza enmarcada con el nombre de José Blas Vega. Maritere lloraba.

Pinteaba pasado el mediodía de este lunes. Un grupo de amigos se arremolinaban junto a la casa consistorial de Morales, entre ellos el exalcalde de la localidad, José María Barrios. Día gris, de primavera blanda. El nicho se abrió y Santiago García, presidente de la peña flamenca Amigos del Cante, rescató el jarrón de la oscuridad a la luz, del agua a la lluvia. No hubo toná de Yeyé de Cádiz. El silencio fue el mayor homenaje para el que nunca quiso hacer ruido. La vida la puso el canto encelado de un jilguero ansioso por encontrar compañera. Maritere lloraba.

Las cenizas de José Blas Vega ya no están en Tierra del Vino ni en Zamora. Están en Madrid. La familia vino el lunes a llevárselas después de recibir una carta del Ayuntamiento de Morales para que las retirara. En la misiva firmada por el el alcalde, Miguel Piorno Brioso, se justifica la decisión del equipo de Gobierno, "atendiendo a las recomendaciones del papa Francisco y a las peticiones expresas de nuestros vecinos". Maritere Ruiz, viuda de José Blas Vega, molesta por la decisión del equipo de Gobierno moralino, cumplió el mandato: "Nadie debe estar en un sitio donde no lo quieren".

Miguel Piorno Brioso explicó ayer a Socorro Ramos que la decisión de mandar retirar las cenizas "tiene que ver con una cuestión normativa". Según él, no existe acuerdo plenario acordando que la urna con los restos del estudioso del flamenco reposaran en un pequeño túmulo en el patio municipal, que es parque público. Piorno Brioso cree que "estábamos incumpliendo la normativa regional".

Este periódico recogió hace un año que en el turno de ruegos y preguntas de un pleno municipal el teniente de alcalde, Daniel de Mena, propuso retirar las cenizas de Blas Vega del patio del Ayuntamiento y llevarlas al cementerio municipal "que es donde deben estar". El número dos del Gobierno municipal trasladó la idea al resto de la corporación municipal.

La obra de José Blas Vega tiene un valor universal en el devenir del flamenco. El escritor y estudioso madrileño es el gran mentor del cante jondo, ha conseguido darle la necesaria patina de ilustración y llevar este arte universal de las tabernas a los teatros, de los bares de pueblo al Broadway de Nueva York. Era un enamorado de Zamora. Y mucho antes de morir, expresó su voluntad de vivir eternamente en su segunda tierra, la que lo agasajó y le dio un cariño sin fisuras.

Blas Vega fue homenajeado en el verano de 2009 en el V Festival Flamenco de Tierra del Vino de Morales (evento que lleva dos años sin celebrarse), un reconocimiento de ley para quien reunió una obra inmensa, que se inició en 1963 con la publicación de "Los machos" de Pedro Lacambre en "Dígame" y culminó en 2008 con la edición de "50 años de flamencología". En medio, una treintena de libros y un corpus de artículos que se han convertido en la "biblia" para aficionados y artistas.

Su legado abruma: más de 300 volúmenes, con un aparte genial, la "Magna Antología del Cante Flamenco" (Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología y Premio Nacional del Ministerio de Cultura). Con sus "Grabaciones históricas del Flamenco" obtuvo un gran reconocimiento, y ahí queda como obra de consulta imprescindible el "Diccionario Enciclópedido ilustrado del Flamenco".

Su legado ha servido para despojar al cante de una imagen negativa, manchada en el fango, y le ha dado un merecido tratamiento cultural. Teórico muy reflexivo -el más grande, aquí no hay discusiones- tuvo muchos oficios: investigador, bibliófilo, folclorista y productor discográfico. Todos encaminados a lo mismo, a dignificar un arte que vivía oculto.

Durante quince años estuvo al frente del Departamento de Folclore de Hispavox. De la enciclopédica obra de Blas Vega beben -y van a beber muchos años- todos aquellos que quieran el alma de este arte. En su pensamiento está todo: el fondo y la forma. Un último acierto: siempre defendió el papel de la mujer en el cante. Morales ha perdido, sin duda, un patrimonio flamenco de primera fila.