Una docena de alumnos del Seminario Menor San Atilano de Zamora subían ayer a la torre de San Andrés para aprender el noble arte de tañer las campanas de la mano de los más duchos de la provincia, los miembros de la Asociación de Campaneros de Zamora, que comenzaban así una gira por los colegios de la provincia para buscar jóvenes dispuestos a continuar con esta disciplina que forma parte de la cultura tradicional de la tierra.

En primer lugar, los campaneros ofrecieron una breve clase teórica en el patio del centro, explicando cómo conseguir los toques más básicos y sus respectivos significados ayudándose de unos pequeños campanarios para niños con los que los chavales pudieron dar sus primeros toques. A continuación, los chicos subieron a lo alto de la torre, que cuenta con unas privilegiadas vistas de la vega del Duero, para poner en práctica lo aprendido con la ayuda de campaneros con tanta experiencia como Antonio Ballesteros, presidente de la asociación, Agustín Reguilón, el secretario o Enrique Prieto, de Moreruela de los Infanzones, que empezó a tocar las campanas hace nada menos que 80 años.

"Hay que bailar las campanas con el cuerpo", explicaba uno de los miembros de la asociación en lo alto del campanario, un secreto que alguno de los aprendices ya domina con soltura, como Mario, pues la Escuela de Campaneros lleva año y medio funcionando con clases en diferentes pueblos de la provincia.

El objetivo de la asociación, con la creación de dicha escuela, es evitar que el saber de los campaneros no se pierda en el tiempo dada la despoblación del mundo rural, la falta de religiosidad y la escasez de sacerdotes que ha llevado a instalar sistemas automáticos en cada vez más iglesias. Y es que el "oficio" no consiste solo en saber tocar bonito, sino en saber lo que se toca. Existe en la provincia todo un repertorio de repiques que a lo largo de los siglos, y hasta hace pocas décadas, servían para comunicar algo a los vecinos de un pueblo o de un barrio en cuestión de segundos, y todos conocían y podían identificar el sonido de las campanas a muerto, a gloria, por un incendio o el tentenube cuando se acercaba una tormenta.