"¿Y Yaki, cómo no viene Yaki?". No pasa día sin que Gregorio pregunte a su hija por el perro. A la frágil memoria del anciano le cuesta identificar a su propia familia, pero todo se vuelve nitidez con el animal que le ha acompañado durante los últimos diez años, desde que su hija Toñi Fonseca recibiera este regalo de unos vecinos del pueblo.

"Hacía malo" contesta Toñi para conformar a su padre. Cada día -y ya va para mes y medio- busca una excusa cuando va a visitarlo en la residencia de Fuentesaúco. Se niega a contarle la verdad, que el animal murió el 4 de enero tras ingerir carne envenenada. Yaki había superado dos episodios pero el tercero fue mortal y desde aquella fecha, el vivaracho yorkshire terrier ha dejado un inmenso hueco en la familia de Toñi Fonseca.

Todo ocurrió en los últimos días de diciembre. Toñi acostumbraba a pasear a Yaki por la zona de la Ronda. Allí fue donde se llevó el primer disgusto, cuando el perro empezó a sentirse mal, "no sabíamos qué pasaba, lo llevamos al veterinario y salió adelante". No pasó mucho tiempo y de nuevo mal, Yaki también libró el trago. Pero a la tercera fue la vencida. "Recogimos unas muestras de carne que había comido en la calle y tenían una bolitas negras" cuenta la dueña del animal.

El veterinario confirmó lo que se temían, era veneno. Y la misma suerte que Yaki corrieron dos gatos domésticos. Otro perro, con similares síntomas, "después de once días de sufrimiento, salió para adelante" cuenta Toñi Fonseca, que no dudó en presentar una denuncia en la Guardia Civil.

Nada se sabe del desaprensivo que fue capaz de colocar veneno en una zona frecuentada por perros. Al parecer hay muchos animales sueltos y esa mala costumbre incomoda y podría ser la causa de tan agresiva reacción.

"No he vuelto a saber nada" precisa Fonseca sobre la denuncia, aunque la Guardia Civil ha estado indagando y recogiendo muestras con el fin de dar con el responsable de la insensatez.

Casualidad o no, la aparición de estos casos de envenenamiento en animales domésticos ha coincidido con la aparición de aves en el coto de Fuentesaúco, lo que ha dado lugar a todo tipo de especulaciones.

Comentarios e indagaciones, al margen, la pena que invade a Toñi es que se ha quedado sin su perro, uno más de la familia. También querido por vecinos y niños que no había día que pasaran por la tienda que regenta Fonseca en la Plaza Mayor de Fuentesaúco y no le hicieran una caricia al animal.

En el comercio, al lado de la camilla, Yaki tenía su cunita y acompañaba. Lo que Toñi no podía imaginar es que su padre, sumido en el mal del olvido, pudiera retener en su memoria a esta pequeña mascota que tanto le ha acompañado. Su hija quiere mantenerle en el limbo, como si algún día fuera a volver. Y el anciano seguirá preguntando cada tarde "Yaki, ¿por qué no viene Yaki?".