Agricultor, ganadero, comerciante, arriero, poeta, cantautor, escritor de éxito, conferenciante, guía turístico, gran conversador y sobre todo un hombre para el que no habrá calles suficientes que recuerden lo que no se ha perdido de nuestra esencia, gracias a Argimiro.

Mi amigo Argimiro Crespo nació en Codesal, Zamora el 15 de mayo de 1921, y allí pasó su infancia. Su padre tenía un gran comercio que había fundado a principios del siglo XX. Argimiro, gracias a su increíble memoria, ha podido desgranar todos los detalles de cada etapa de su vida. He tenido el privilegio de contar con su amistad y a lo largo de los años, haber tenido con él muchos ratos de conversación, tras los cuales siempre me sorprendía con algo nuevo. De su época en la escuela, me comentaba que aprendían muchas cosas cantando, o que había rezos al entrar y salir. Respecto a los domingos, era la costumbre antes de ir a misa, pasar por la escuela, y allí con una bandera y una cruz, todos los niños acompañados del maestro acudían en fila a la iglesia. Guardaba Argimiro, detalles y recuerdos de todos los juegos infantiles de esa época, como "la tira", "San Isidro Labrador", "pico-zorro-zaina", "la pita ciega", etc. O las noches que pasaban todos los niños junto a la lumbre escuchando cuentos y leyendas de los abuelos. Era Argimiro, un observador aventajado de la vida cotidiana, que luego guardaba en su memoria.

Con 12 años Argimiro tuvo que dejar la escuela y empezar a trabajar vendiendo en Codesal y en pueblos cercanos algunos artículos como aceite, higos, pimentón, jabón, etc. Y a los 15 años, ascendió de categoría y comenzó a vender tejidos por las ferias de Aliste, de Sanabria y de la Carballeda, así como por numerosos pueblos. "Vendía las telas por varas, que equivalían cada una a 84 centímetros., pero yo las compraba por metros, así que la diferencia era lo que yo ganaba" - me comentó en más de una ocasión. Esa vida de arriero, por los caminos, por las ventas, por los pueblos, marcó la personalidad de Argimiro, pues gracias a su gran memoria iba almacenando todas las tradiciones, leyendas, cuentos o canciones de cada lugar por donde pasaba. Argimiro, cuando recorría Aliste, dormía en casas particulares, porque casi no había ventas. Pero si estaba por Sanabria o la Carballeda, siempre paraba en las ventas: "Se llenaba un saco de paja, que hacía de colchón, y dormíamos en los pasillos. Por la mañana, la paja había que devolverla". Me comentó también, a propósito de las ventas, que las dos más importantes que había en la zona eran la Venta del Empalme y la Venta de Villanueva de Valrojo. En esta última, Argimiro recordaba a un hijo de los dueños, que era ciego y que conocía por la voz a todos los arrieros y carreteros que habían parado alguna vez en la venta. El arriero en general tenía fama de noble y por eso algunas veces los vecinos de los pueblos les confiaban los ahorros como si fueran bancos.

Las historias de noviazgos que, Argimiro recuerda y que también ha contado en sus libros, reflejan una época de nuestra historia, donde en algunos casos, eran los padres los que arreglaban los matrimonios en función de sus intereses. El secreto del noviazgo era tal, que en muchos casos los vecinos no se enteraban hasta el día del proclamo. Y cuando se sospechaba algo, se echaba la "rastrera" que era un carril de paja desde la casa del novio a la de la novia. Los toques de campanas, las canciones del trabajo en el campo, las costumbres de las fiestas, las matanzas del cerdo, todo ha sido guardado por la memoria de este poeta del pueblo.

En 1978, Argimiro Crespo publicó el libro "Memorias y Leyendas", un compendio de poemas, coplas, romances sencillos, donde habla de los viejos, los campesinos, de Codesal, de los maestros, de las ferias, de la Carballeda, del trabajo en el campo, etc. El éxito de este libro fue tal que se agotó pronto, y Argimiro tuvo que hacer una segunda edición y después una tercera. Pero el libro se volvió a agotar y en 2003, hizo la cuarta edición.

Argimiro había editado en 1991, otro singular libro, "Cartas a Minerva", un libro que ha marcado a toda una generación, porque a modo de cartas enviadas a su sobrina residente en América, Argimiro contaba cómo era la vida cotidiana en el pueblo, con sus fiestas, sus tradiciones, sus costumbres, etc. Y en 1993, salió otro libro también editado por Argimiro Crespo, "El Sauce llorón", donde muestra también una parte del folklore y las tradiciones de los pueblos.

Hay un detalle que quiero resaltar de Argimiro, relativo a su contribución a la cultura popular: Era su paciencia y disposición a atender a todo aquel que llegaba a su casa en busca de información. Estudiantes, músicos, folkloristas, amantes de las tradiciones, todos pasaban por casa de Argimiro, porque sabía más que nadie y además lo contaba con alegría. Recuerdo a un profesor universitario, al que recomendé que hablara con Argimiro y que poco tiempo después me daba las gracias y me explicaba que no había conocido a nadie con tanta calidad humana y tanto saber popular. Pero no ha sido el único.

Ha dado a conocer el folklore y las tradiciones en muchas actuaciones individuales y en otras junto al grupo Habas Verdes. Ha dado conferencias, ha actuado en radio y televisión, ha servido de guía durante años a los alumnos del Centro Medioambiental de Villardeciervos, y en resumen ha puesto en valor el folklore de Sanabria, la Carballeda y Aliste. Fue uno de los impulsores de la creación del Museo Etnográfico de Codesal, y durante años un guía de lujo para todo el que llegaba al pueblo. También contribuyó decisivamente a la creación del Museo Etnológico del Palacio de Losada en Rionegro del Puente, al que aportó importante piezas.

Mención aparte merece la "Ronda de la Carballeda", esa pieza musical singular, que debemos a Argimiro Crespo. Bien con la música de la gaita sanabresa, bien con las voces de una coral o simplemente cantando desde el corazón, esta ronda se ha convertido en todo un himno de la comarca. Ha servido para la unión de las gentes, para estremecer por su belleza, para alegrar cualquier fiesta.

Quiero finalizar con una de sus múltiples anécdotas que me contó: "Era yo muy joven y había ido a vender a Folgoso de la Carballeda, productos de alimentación. Allí la Señora Sofía me hizo poner colorado porque me preguntó este acertijo: En la calle daban voces, a las voces salí yo; metió lo suyo en lo mío y pingando lo sacó". La solución era fácil, pues se trataba de la herramienta que llevaba Argimiro: un embudo, con el cual echaba el aceite a las latas o las aceiteras de las vecinas.

Sus hijos, nietos y demás familia deben sentir el orgullo de que Argimiro era un personaje irrepetible querido por todos. Codesal, su pueblo y Manzanal de Arriba su municipio cuentan como hijo ilustre a este trovador, al que nunca podremos agradecer todo lo que hizo por la cultura popular. La Carballeda, Sanabria, Aliste y los zamoranos en general debemos ser conscientes de que se nos ha ido alguien que se preocupó de guardar para el futuro el rico patrimonio cultural de nuestros pueblos y gentes.

Desde el corazón, Adiós Argimiro.